"Tequila en la playa" de Miguel Torija

11.11.2020

Querida musa, te escribo para informarte que voy en tu búsqueda. He hecho todo lo que recomendaba el Manual del escritor desesperado: reservar una semana en un hotel frente al mar, afilar el lápiz con una navaja, bajar a la playa temprano y solo, y descargarme la lista de Spotify de un escritor famoso. De hecho, estoy ya listo para recibirte. En los auriculares empieza a sonar Tequila. La brisa que llega del mar acaricia la sombrilla de al lado haciendo ondear la toalla que, colgada entre sus varillas todavía desprende algunas gotas de agua, como si llorara en solidaridad con la melancolía de la mujer que la acaba de colgar en ese tendedero improvisado.

No sé si ha sido la toalla llorona, el estallido de locura inocua y adrenalina juvenil de la canción, o el regusto dulce del cabello de ángel de la herradura que he desayunado, la cuestión es que, tras meses de sequía, tengo que informarte que esto está surtiendo efecto; noto un relámpago de inspiración naciendo en algún lugar de mi cerebro. Ese relámpago ha llegado a mis manos, que con pulso trémulo sostienen el lápiz mientras te escribo y que ahora...-"Ella˳..."- Disculpa, he conseguido detener mi mano y que vuelva a la carta. Esos segundos que he estado pugnando para que no escriba por su cuenta, han provocado el agujero que hay al final de la a -."..deja de removerse el pelo con los dedos...". Otro arrebato de la mano ha vuelto a interrumpirme. Disculpa de nuevo. Aunque no te negaré que no he podido evitar sonreír mientras la mano escribía libremente. -"..se coloca detrás de la oreja un mechón de cabello rebelde..."-. Ya ves que esto está siendo un éxito. Noto que la mano vuelve a reclamar libertad mientras se repite el estribillo de la canción y llega hasta mí el perfume de la chica. Un olor floral con toques de talco que me hace cerrar los ojos y anima a mi brazo a que continúe haciendo surgir una historia de amor -"...saca un pañuelo y se seca las lágrimas. Dirige su mirada hacia mí, todo desaparece salvo su sonrisa..."-. Me despido. Gracias por volver. Recibe un fuerte abrazo y disculpa que no abra los ojos, es que no necesito abrirlos para saber que el rostro de la mujer que vi por última vez enmarcado dentro de doce pantallas, me está mirando y sonríe. Lo sé porque no hay brisa, no hay sombrilla, no hay toalla, ni siquiera existe esta mujer que se acerca sin dejar de sonreír. Si abro los ojos solo quedaremos tú y yo acompañados por el apacible mar y por el frenético guitarreo con el que termina la canción.

Imagen: Obra de Aldo Balding. @Pinterest