Tu relato (2019)

Relatos participantes en la convocatoria del Premio Café Español 2019 (Relato corto). Aquí podrás encontrarlos tal como se publicaron en Facebook y no se podrán hacer modificaciones.

Se arrepintió de haber concurrido al Adonáis con su poemario "El día que se me escapó el unicornio". Fue anunciarse en los suplementos literarios de la prensa y en los programas culturales de las emisoras que lo había ganado y acabar su tranquilidad al volante en la línea 7. Aunque no llevaba más de seis meses con ese trayecto, sus...

El carnicero era como un roble. Voló en el trampolín con los intestinos llenos de alubias, carne de buey guisada, panchineta y vino, y gin tonic. Cuando cayó al agua, su cuerpo dejó de reaccionar y acabó tumbado en el fondo de la piscina, boca abajo, a tres metros de profundidad, con los brazos extendidos como un bebé. Nuestra amiga...

Intento con suma dificultad abrir los ojos pues me escuecen como si me los hubiera enjuagado con ácido. Cuando lo consigo analizo mi alrededor. Estoy tirada en un montón de escombros que tan solo hace unos instantes era un edificio abandonado y cochambroso pero erguido después de todo.
Por radio nos habían dado luz verde a trasladar el campamento,...

El anciano escribía a su hija:
«En la tuya aseguras que fui muy duro contigo. "Implacable", llegas a decir. Es posible, no pretendo esconderme. Pero considera lo siguiente: yo no podía hacer otra cosa, no podía ser de otra manera. En mi vida todo fue desmoronándose, perdiendo sentido, soltando lastre y valía, como un barco se aleja solo mar...

Observo cómo tu cuerpo se va transformando. Al pie de la cama monto guardia, anoto cada detalle, registro la más mínima variación en la piel, el pelo, la temperatura; si hay erupciones, pérdidas, alteración de tejidos; cómo cambian tus ojos, la rigidez progresiva.

Lo que más le aterraba era no volver a sentir su piel. Esa sensación de no ser nada ni nadie, algo inerte.
Donde la llevaban sus ojos, esos ojos delicadamente azules una y otra vez, era donde se sentía segura. Caminaba por las mismas calles que lo hicieron juntos, cogidos de la mano y sin temor a perderse....

En un descuido de los mayores, que cabeceaban en las poltronas del jardín adormecidos por el calor, aproveché una vez más para encaramarme a la alacena y robar la fruta prohibida. Con apenas cinco años, estaba dispuesta a arriesgarlo casi todo por un racimo de uvas que llevarme a la boca. Todavía hoy me pregunto por qué extraña razón...

Te vi desde lo alto de las escaleras y las bajé de dos en dos para acercarme a ti. Estabas de pie, rodeado de gente en la entrada de la biblioteca y tu pelo del color del oro brillaba con sutileza desde lejos. Te diste la vuelta, me observaste llegar y te acercaste a la vez. Sonreí muy fuerte...

Cada vez que recibía un premio, Amaia perdía algo muy querido. La idea cruzó su mente tras la desaparición de pequeñas cantidades de dinero. Al principio, eran escasas sumas. Luego las pérdidas cobraron mayor importancia. Un día, echó en falta 500 euros de la cartera y relacionó el hecho con la publicación de su primer relato. El descubrimiento...

Bajo el silencio húmedo de mis sábanas, el gruñido metálico de la nevera se hacía más afilado, era el lamento de una cría sin madre, un chasquido de iceberg en mitad de un mar nocturno, un buril que perfora un tablón de madera vieja, llenando lentamente de astillas mi garganta. El ruido crecía, se acercaba. Cerré los ojos. En pocos...

María da un portazo y baja apresurada las escaleras. Intenta recordar dónde han aparcado el coche, pero su mente está nublada y se empecina en recrear los últimos reproches entrecruzados.

No era para tanto. Lo único que tenías que hacer era tener un poco de cuidado y, si tenías un poco de cuidado, no era para tanto. La peña de la Cartuja pensaba que sí, que aquello era muy peligroso, y yo siempre les decía que era muy peligroso si te cogían, sólo si te cogían, porque entonces acababas en...

Pasa el tiempo y la herida no ha cicatrizado. Aquellas palabras que no se atrevió a pronunciar están presentes en un lugar impreciso de su memoria. Prometió decírselas a su hijo, Iker, una vez que este abandonara la prisión.
Se llama Antonia.

Sus ojos brillan en un postrero intento de captar la luz de la vida y se iluminan cuando habla de una forma tan vehemente, narrando aquello que le viene a su maltrecha memoria otrora brillante y ahora secuestrada por el verdugo más implacable que llena de lagunas su cerebro, "pinchazos de la avispa del Alzheimer", como él los llama. Entonces...

Alberto no paraba de repetir "es él, que me tienta..., lo ves, no deja de hacerlo....." mientras le señalaba con el índice. Su tía no podía controlar la situación a tan altas horas de la noche.

Y ahí están ellos, con esa mezcla de energía desbordante y pasotismo contestatario; ahí están como todos los días, como casi todos los meses, como todos los cursos... ellos, cada vez más jóvenes, nosotros, cada vez más viejos.
Entro en clase y durante unos segundos me siento como el Licenciado Vidriera. Algunos notan o adivinan mi presencia pero no...

Estoy aquí recostado sobre la barra, el lugar reservado para mis ensoñaciones, después de haber consumido el primer vaso de un solo trago. Pido otro tinto a la Celia para calentar de una vez por todas las tripas, que se empeñan en removerse ahí dentro. Fulmino el morapio en un santiamén y los recuerdos me afloran imparables. Entre trago...

Pase mi dedo con delicadeza por sus labios, con cuidado por si llegaban a romperse. La mire fijamente a los ojos como si de dos rubíes se tratasen. Cada vez que la levantaba lo hacía como si fuese un diamante, tan fuerte y a la vez tan frágil... Ni siquiera recuerdo cuánto tiempo llevo mirándola, pero todo el tiempo del...

Era un asunto sencillo y difícil. Como todo en esta vida, pensé. -Como todo en esta vida, chaval- sancionó mi compañero de despacho. A continuación, estiró la cabeza, miró a mi interlocutor de arriba abajo, me sonrió y volvió, en apariencia, a sus cosas.
Sentado frente a mí, el usuario 10283, Arturo González, alegaba que llevaba más de...

Siempre admiré a mi tía Sara: su fuerza, su valentía, su seguridad. Profesora, deportista, gran lectora... Con su maquillaje perfecto y su melena oscura, era el retrato de lo que todas quisiéramos ser. Princesas, no: ¡Saras!

El paso del tiempo empezaba a amarillear su piel. Las rosas de ayer no eran hoy más que flores secas. Su juventud se había marchitado pero no habían podido arrancarle el corazón. Un corazón que seguía latiendo, lentamente, negándose a morir.
Pasaba los días recordando viejas historias, momentos intensos de risa y llanto. ¡Cuántas lágrimas había...

El enésimo tañido del bronce reverberó por la ciclópea galería rebotando por las incólumes paredes de mármol, recordando el pesado y largo exhalar de un titán dormido tras un eón de lucha inagotable. La profunda vibración trepó por las piernas del gallardo paso del bravo que osaba recorrer la interminable galería. El paso siguió inmutable...

Hoy es el día. Debería decirles que tengo miedo, que estar al borde del precipicio dispuesto a saltar no es cosa de locos. Es cosa de querer vivir, de querer cambiar. De ir de un lado hacia otro lado sin saber lo que uno se va a encontrar. Sin saber nada de nada. No hay necesidad de pensar por...

Le despertó el olor a tierra mojada. Era fresco y delicioso pero muy raro a finales de julio. Como siempre, al levantarse, se asomó a la terraza. Las buganvillas goteaban el resto de lluvia de la noche. Ahora el sol relucía sin llegar a calentar, cosa poco frecuente en Marbella.