"Te reconoció un pálpito" de José María Noguerol

05.09.2022

Más resultón decir que soy viuda. La primera vez fue un desastre. El pobre desgraciado se puso a llorar porque se acordó de su padre, muerto dos años antes. Desde entonces anduve con más tiento, con ciertos sobrentendidos y circunloquios hasta llegar a la traca final: "soy viuda" O si la circunstancia apremiaba "me quedé viuda hace seis meses." El periodo de tiempo podía variar. Medio año puede ser suficiente para alcanzar una ternura que al menos dure un par de noches. No más.

Pero apareció Andrés. De tan serio y circunspecto no me resultó atractivo. Inés se empeñó en lo contrario, "tienes que destapar su parte femenina." Pourqoi pas? Así lo hice. Fuimos dos veces al teatro, a la Sala Villarroel. La Serna en sazón juvenil y arlequín. Después al Romea, "La clase muerta". En el cine Capsa, al salir, le confesé que era viuda, de medio año. "Yo nunca me he casado. No sé qué se siente" me dijo.

Mira que es raro, pensé, pero seguimos hablando hasta que nos fuimos a un hotelito de la calle Canuda: él no podía ir a su casa porque estaba temporalmente en la de su madre. Yo no quería llevarlo a la mía. Salió casi todo bien. No era un gran amante pero le estimuló que yo gritara varias veces "¡Mariano!" cuando fingí un segundo orgasmo. "Era tu marido ¿verdad?". Asentí y le permití un gesto de cariño en la mejilla. "Debe ser muy duro". "Sí" le dije, y me animé un poco "sobre todo cuando se mata en un accidente con su amante." "¿Ella también se mató?" me miró asustado. "No, solo paralítica de por vida. Le pagué la estancia en Toledo." "¿A ella?". "Sí, ¿te parece mal?". "No, no...". Andrés era un poco pedernal, no quería juzgar ni analizar.

Volvimos a repetir el amor varias veces, con resultados desiguales y en camastros de distinta catadura. Hasta que se empeñó en el Majestic. Me invitó a una pequeña "suite". En los prolegómenos y en el lavabo, grité un par de veces Mariano, para ir calentando motores. Un golpetazo llegó desde la habitación.

Andrés yacía desnudo en el suelo, inconsciente. Impresionada, no se me ocurrió otra cosa que llamar al supuesto Mariano pidiendo ayuda: "¡Anda! Como Ferrer Salat", me dijo. "Sí, pero no con una puta, cabrón." Le colgué. Con el albornoz del hotel como única prenda, asistí al levantamiento del cadáver. Ahora sí, viuda por fin.

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Imagen: Obra del fotógrafo José Carlos Nievas (Córdoba / Murcia)