"Salomé y la fascista" de Mildred Rocío Nino Amaya

31.08.2022

Salomé estaba sentada en la oficina de la madre superiora, con el codo apoyado en el brazo de la silla y su mano sosteniendo la barbilla. Aunque miraba a los ojos de su interlocutora, sus pensamientos estaban muy lejos de allí.

- No voy a seguir tolerando este comportamiento tuyo, mira que pegarle un chicle en el pelo a tu compañera Mariana, ¡es que le han tenido que cortar el pelo! -decía la madre superiora mientras trataba de controlar su respiración agitada.

Salomé la miraba con los ojos abiertos, más por la saliva que salía en forma de llovizna de la boca de la mujer, que por la reprimenda que le estaba dando.

Cuando la madre terminó de hablar, Salomé abrió su boca, sacó un poco la lengua y sopló ligeramente inflando el chicle que masticaba desde hacía rato. En el momento en que la bomba de chicle alcanzó su máximo esplendor, estalló. La madre superiora se llevó la mano a la cabeza, suspiró y su cara se puso roja.- Te pasé la vez que llamaste fascista a Mariana por expresar sus opiniones en la clase de historia, ignoré que le derramarás el jugo en la blusa la semana pasada; pero no voy a tolerar agresiones físicas entre las alumnas. Estás castigada todo un mes sin salir los fines de semana, te quedarás aquí en el internado lavando los baños y haciendo las camas -concluyó la madre superiora. Se secó la frente con un pañuelo y añadió: -y bota ese condenado chicle, ya sabes que está prohibido. "Yo no tengo la culpa de que Mariana sea una niña rica, que no ve más allá de sus narices y no reconozca que aparte de su mundo, existe otro muy distinto, uno donde algunos ni siquiera pueden ir a la escuela. Tampoco tengo la culpa de que ese día en la cafetería ella se haya parado sin fijarse que yo venía detrás", reflexionó Salomé mientras cruzaba el patio. En ese instante recordó que Mariana también estaría enclaustrada en el internado ese fin de semana, por haberse copiado en el examen de matemáticas.

Salomé atravesó el pasillo hacia los cuartos y fue directo al de Mariana, donde ella leía "Orlando" de Virginia Woolf.

- Te queda bien el nuevo corte de cabello -dijo Salomé.

Mariana alzó la cabeza, su rostro cambió de inmediato.

- No deberías estar aquí -respondió Mariana y cerró el libro.

- Me han castigado, igual que a ti, ya estarás contenta.

- Es lo que te merecías por lo que me hiciste.

- Si tú lo dices -contestó Salomé. Sacó un chicle del bolsillo y lo introdujo en su boca. Hizo una bomba y la estalló-. El fin de semana será muy interesante, seguro nos veremos.

El viernes en la tarde todas las internas del colegio de monjas fueron recogidas por sus padres o acudientes. El colegio se quedó casi vacío, solo permanecieron unas pocas alumnas, las monjas que vivían allí y una profesora de guardia en el día.

El sábado, después del desayuno, Salomé fue a buscar a Mariana a su cuarto, no quería seguir perdiendo tiempo. No la encontró allí, entonces se dirigió al jardín, ella sabía que era uno de los sitios favoritos de casi todas las alumnas.

Caminó a toda prisa, con semblante imperturbable. Alcanzó a divisar los primeros rosales, de donde sobresalía la cabeza de Mariana. Al llegar donde ella, se acercó por detrás, hizo una bomba de chicle y la estalló justo en su oído. La chica soltó el libro que tenía en la mano.

- Salomé, ¿qué haces? -preguntó Mariana un poco confundida.

- Te dije que nos veríamos.

- Me asustaste, pero no importa. No vuelvas a hacerme algo como lo del chicle.

- Fue muy divertido.

- No me lo pareció, además este jueguito de hacerle creer a los demás que me odias, ya me está cansando.

- Pronto acabará el año escolar, no te preocupes - dijo Salomé, se inclinó un poco y la besó en la boca.

- Eso espero, así podremos disfrutar el verano juntas en la casa de playa de mis padres. Te amo.

- Y yo a ti, mi fascista favorita.

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Imagen: Obra del fotógrafo José Carlos Nievas (Córdoba / Murcia)