"Rockstar de los derechos humanos" de Daniel Jerez da Cunha

20.10.2020

El cereal inflado de arroz estaba tibio por la sangre derramada en la leche, y sorbió el cadáver todo aquello como un gato que se aprecia sediento. Lo encontraron con la cabeza depositada en el tazón de cereal para el desayuno; como un niño que no espera la oportunidad para lanzarse a rebuscar en el fondo un premio o un juguete. El informe balístico expone el uso profesional de un revólver del calibre 38 con las tres balas que quedaron imantadas en el fondo del cráneo; ajustadas como perlas en las entrañas de una ostra. Precisamente se tenía previsto que la víctima denunciara un caso de corrupción, un supuesto que sacaba de órbita la nueva artimaña que estaba develando el gobierno ruso: la vacuna anticoronavirus.

El promotor de derechos humanos Randy Lobo se destacó por sus comentarios subversivos desde comienzos de la década del 00' en su facultad de estudios. Un comprometido con las causas justas, apedreado desde cualquier posición de poder; buscó los intersticios donde se colara su bullente animo de limpiar la suciedad que obstaculiza los mecanismos políticos.

Con su perfil de rockstar calentó los pechos de quienes nos vimos reflejados en su naciente figura de mártir.

Una fotografía en blanco y negro ilustró la última mirada disoluta de nuestro pequeño Antonio Machado. Este tenor de los pisoteados, los ofendidos, los escupidos, sostenía sobre los hombros el deber de medir con la vara del cazado al cazador. Los oficiales que estuvieron en el levantamiento de la escena del crimen tomaron las muestras, las huellas, el barro que dejó un indicio donde se hallaría el encargado de aquella monstruosidad. Los indicativos tenían esa precisión de francotirador en Irak al ponerse en cuclillas y disparar hacia un gigante tecnológico. Es que la vigilancia del mundo depende de los datos electrónicos.