"Recuelo" de de María Balbina López Caballero

01.03.2021

El día amaneció aterido, oculto tras el tupido velo intangible y lechoso de aquella espesa bruma que se extiende y reposa sobre los viejos tejados; trazando bocetos de paisajes desdibujados, metamorfoseados, lienzos picassianos.

El frío se cuela sobre las rendijas de mi ventana, desciende sobre mi piel, lamiendo mis huesos, empecinado en producirme un buen reuma.

Me arrebujo bajo las mantas, transformándome en una contorsionista, buscando esa postura que me hiciera recuperar el sueño que se había esfumado.

Percibo tu silbido persistente unido a tu inconfundible fragancia.

Asomo la cabeza y el lacerante frío se cuela entre las viejas sabanas deshilachadas produciéndome escalofríos.

Desciendo de la cama que aún permanece tibia, sintiendo aquel contraste helado del linóleo bajo mis pies, mientras recorro el pasillo persiguiendo el rastro que desprendes, inhalando aquel efluvio que emanas y que tanto me gusta.

Y allí estabas, como siempre, esperándome para despojarme de mi ensoñamiento y animarme en la dura batalla del día.

Fiel compañero, tan dulce, tan cálido, cómplice de las enmarañadas historias que entretejo con mis amigas, y las entrañables tardes con mamá.

Llega la noche y la tarde languidecía entre gotas de lluvia heladas que resuenan sobre los decrépitos tejados, entretanto; la luna rielaba sobre un gran charco de agua.

Odiaba correr bajo la lluvia, odiaba la ropa mojada sobre mi cuerpo.

Regreso a nuestro hogar, exhausta, empapada y agotada.

Escudriño cada rincón de nuestra estancia, buscándote desesperada; necesitaba beberme tu alma, necesitaba esa energía que me regalas día a día.

Acurrucarme en el sofá; cubierta con mi vieja manta y sentirte cerca.

Mendigo un poco de calor, ese calor que tú siempre desprendes, y ahí estás, como siempre, esperándome.

Me aproximo peligrosamente hacia ti, ávida de deseo, a mis labios poco a poco te acerqué y susurrando te digo, ¡Qué bueno estás mi café!