"Puedo" de Francisco de Asís Fernández

01.03.2021

Cada día que pasa, el tiempo vuela, observo ciertos atisbos de vejez. No me acuerdo cuándo fue la última vez que el despertador sonó, ahora siempre me despierto antes que suene, cada vez ceno más temprano, cuando son las ocho de la tarde me siento en la mesa esperando la vianda, la presencia de chafarrinones en la piel donde antes no había. Necesitaba animarme, llamé a Javi y sin pensarlo hicimos una francachela. Fuimos a un bar cercano a mi casa, entramos pero no duramos más de dos minutos, menuda batalla que tenían montada, sin pensarlo salimos fuera y nos sentamos en la terraza, enseguida pedimos dos cervezas y una ración de bravas. Después del primer sorbo comencé a contarle a Javi mi elocución, necesitaba hacer algo con mi vida, quería hacer una hazaña, un reto, quería tener planes. Javi con su aspecto flemático y perspicuo no tardó en darme consejos, -haz el Camino de Santiago en bici-, me quedé mirándolo y sonreí, me parecía una buena idea, enseguida pensé en la bicicleta que tenía en el trastero, la llevaría a un mecánico para ajustar el cambio y cambiar la cadena y revisar la transmisión. Pedimos un par de cubos con cinco cervezas en su interior, hablamos del nuevo plan, no paré de hacer preguntas y preguntas. El Sol empezaba a girar y la sombra nos alcanzó, fue el momento de pagar la cuenta y despedirnos no sin antes darle las gracias y un abrazo.

Nada más llegar bajé al trastero y vi la bicicleta esquinada con cajas de poco peso encima del sillín y bolsas de plástico colgando del manillar, pero tenía buen aspecto, las ruedas tenían poco aire, el polvo apagaba el brillo que tenía cuando la compré. Pensé que esto era lo que estaba buscando, lo que necesitaba para motivarme y seguir disfrutando de la vida, aunque me quedaba poco para llegar a los sesenta creo que ésta reto me iba a motivar. Empecé a comprar lo que necesitaba para la bici, un mallot con su culote, la ropa que tenía era muy abigarrada y de una talla pequeña, desde la última vez que la utilicé hasta ahora algunos kilos tengo de más, quería sentirme atildado, un trasportín, ruedas de tacos, unas alforjas, un "Front Loader" para llevar el saco de dormir y un aislante. Nunca se me había ocurrido que podía hacer esto, aunque tengo que entrenar bastante, porque son algo más de 700 kilómetros.

Estaba muy ilusionado, entraba en muchas páginas Web para bajarme información, cargué algunas apps en el IPhone del Camino de Santiago en bici. Al final me decidí por hacerlo desde Madrid, pero al ver los track en una página de rutas vi que había que subir el Puerto de Navacerrada a más de 1700 metros, lo pensé y decidí comenzar en Segovia. Vaticinaba un buen augurio. Me cambió el semblante, de estar contrito a sentirme fulguroso. Un domingo después de entrenar, me puse a hablar con Matilde, mi querida esposa que tantas inquietudes me soporta, la pregunté qué le parecía lo de hacer el Camino, sin titubear me dijo lo que esperaba oír, todavía soy joven para ciertas cosas y lo que voy a hacer aún puedo y lo conseguiré. En la vida hay que tener ilusiones porque una vida sin ilusiones es un fracaso. No hay cosa peor que uno entre en la rutina, porque la rutina es el ama de llaves de la inspiración.

En uno de los libros leídos hará un par de años apunté una frase que me sirvió de ayuda: "el que siente mucho apego a un rebaño, es porque tiene algo de borrego", mi vida lánguida va a cambiar, me siento con fuerzas y con ganas de hacer más planes.