"No soy tuya", de Juan Fernando Ruiz Claver

22.05.2019

Hoy, que ya no estoy, te escribo desde la muerte.

Te escribo en mi nombre y en nombre de todas estas almas que flotan junto a mí, implorando justo castigo.

Te escribo desde el amargo desconsuelo de no haber tenido opciones; de no ser culpable de otra cosa que no haya sido el infortunio de cruzarme en tu camino.

Quiero escribirte para que, aquellos que aún me lloran, sepan que no habrá descanso para luchar contra todos los que, tan cobardes como tú, cargan con violenta munición el tambor de su pistola.

Pero también te escribo desde el orgullo de no rendirme ni tan siquiera en este estado, instalada en una eternidad que ha de pesar sobre tu conciencia como una terrible losa.

Desde aquí quiero decirte:

No soy eternamente tuya.

No soy tuya para siempre.

No soy tuya para toda la vida, ni para un año, ni para un día; ni siquiera por un segundo soy tuya.

Solo yo decido compartir mi vida; puede que sea contigo, pero no por ello te pertenezco.

Podemos conjugar juntos el verbo amar, pero eso no me hace tuya.

Me entrego a ti, me uno a ti, me enamoro de ti; pero no soy tuya.

Te regalo mi ternura, mi dolor, mi pensamiento; te ofrezco mi ayuda y mi cariño, mi mejor sonrisa y mi mal humor; me doy a ti en alma y cuerpo, pero eso no me hace tuya.

Puedo caminar de tu mano la senda de la vida; puedo darte mi cariño y mi respeto, puedo saltar contigo cualquier obstáculo, y celebrar los éxitos conseguidos; puedo afrontar contigo enfermedades, y momentos difíciles; pero no soy tuya.

Puedo ser madre; incluso ser la madre de tus hijos; podemos ser padres juntos, familia juntos; pero así, tampoco soy tuya.

Puedo unirme a ti jurando ante la Iglesia o firmando en un registro, pero no hasta que la muerte nos separe; tampoco esto me hace tuya.

Porque yo nací libre, de una madre libre, de otra madre libre...

A mí no se me compra ni se me vende; no se me alquila ni se me presta; no se me encierra; porque no lo consiento.

No se me prohíbe ni se me obliga; no lo consiento. No se me castiga ni se me ordena, no lo consiento. No se me utiliza ni se me engaña; no lo consiento. No se me desprecia ni se me ridiculiza; no lo consiento. No se me juzga ni se me oprime; no lo consiento. No se me insulta, ni se me pega; ni se me viola; No lo consiento.

No permito cadenas de gruesos eslabones, ni candados, ni puertas con cerrojos.

No valoro lágrimas que aten, ni promesas que estrangulen; no concedo perdón para lo imperdonable, ni enjugo suficiente alcohol que ahogue a un miserable.

No siento suficiente miedo ni dolor; no aguanto el golpe asestado o la sangre derramada.

No otorgo segundas oportunidades, ni regeneración, ni cura para quien nació depredador de mi amor sincero y libre.

¡Y que te quede bien claro!: ni el mayor dolor, ni el sufrimiento extremo, ni el vil chantaje, ni el insoportable castigo, ni el humillante maltrato, ni tampoco la definitiva muerte me han hecho tuya.

Muero libre y mía, y haré flotar eternamente mi recuerdo sobre ti para que tengas siempre presente que NUNCA FUÍ TUYA.

(Ilustración del autor)