"Las gotas de agua" de Ibán Velázquez de Castro

07.09.2021

Una gota, dos, tres... La mujer iba en su patinete eléctrico navegando entre las calles. Hacía unos años no podría haberse cruzado toda la ciudad usando el carril bici, pero ahora eran un ejército de fieles defensores del aire limpio. La mujer no quería atascos en su vida, no quería inundaciones, sin embargo, gota a gota, el agua caía de su wáter, deslizaba como una serpiente desde la toma de agua, por el tubo metálico, buscando donde evitar el pequeño cuenco colocado debajo. Llevaba así tres meses. Andrés debería haberse ocupado de eso, debería haberse ocupado de tantas cosas...

El patinete frenó. Esperó cauto a que el señor alto y de color cambiante dejara de retenerlo. Escapó en silencio, en zig zags premeditados, evitando el agua, evitando las gotas que caían de los árboles.

Una gota, dos, tres...

Julia negó con la cabeza y miró hacia otra parte. ¿Por qué tenía que subirse a escribir cada noche?. No lo entendía. Se sucedían las conversaciones sin sentido, día tras día, gota tras gota, sin que se llegara a poner remedio a la avería. Llevo esperándote todo el día, Andrés, tengo que escribir un relato, ¿ahora? vente aquí abajo con nosotros, los exámenes, Andrés vamos a hacer algo juntos, llevo todo el día contigo, necesito escribir...

Julia se zambulló en un extenso y abundante charco. El agua empapó su blusa y sus vaqueros, lo peor fueron sus zapatos de tacón, sentía el agua meterse bajo su pie, sentía la piel húmeda, eso era ya un recuerdo constante de las gotas.

Una gota, dos, tres...

Cada noche las oía mientras su marido continuaba escribiendo arriba. Quiero ser escritor le dijo. Ella se lo tomó a risa, Andrés nunca acababa nada de lo que empezaba, ahí estaba su oposición, sin embargo, la escritura la tomó con ganas. Tres meses desde que editó el libro y seguía dejándola sola cada noche. Se había hecho más amigo de su portátil que de ella.

La mujer paró, no podía continuar con el pie así mojado, no podía tener un recuerdo constante en su piel, necesitaba secarse la planta del pie, ante todo eso.

La última presentación Andrés, ya estoy muy harta, para ya, no vuelvas a irte, ten una familia, pero si la tengo, eso dices, no puedo más, arregla el puto wáter, luego, luego nunca llega. La última presentación Andrés, Sí, sí, ya no hay más.

Se paró a un lado para evitar ser atropellada, estaba al lado de la librería más grande de toda la ciudad. Sacó una toallita de su bolso y secó su pie, ya se encontraba mejor. Podía mirar a otra parte, ponerse rígida y decirse que no pasaba nada.

Levantó la vista, allí, en frente un cartel llamó su atención. Se acercó.

Andrés, era Andrés, tenía una presentación de su simulacro de vida la semana que viene.

Una lágrima, dos, tres...

Volvió a pasar por el mismo charco, esta vez ya no le importó el agua, no le importó el wáter, no esperaría a su marido, lo arreglaría ella.

Cogió el patinete y aceleró. Pasó por encima de todos los charcos sin dejarse uno, por debajo de todos los árboles con la mirada inexpresiva, con las lágrimas ya secas, no le importaban ya las gotas, se repetía una y otra vez más en su cabeza, pero no podía engañarse.

••••••••••

Imagen: Obra del pintor Ciro Marra (Roma / Barcelona)