"Invierno en el pinar" de Miguel Ángel de la Calle Villagrán

27.10.2021

Invierno del 60, tal vez del 61. Empiezan pronto las nieblas y ya han aparecido los hielos. Este año no hay donde echar un jornal. Segundito no está tranquilo, quiere trabajar para ayudar en casa. Han malparido algunas ovejas y las cosas en casa con seis hermanos no están bien. Menos leche, menos corderos, menos de todo. Dice que van a abrir la temporada de los piñotes y que los pagan a veinte duros el millar. Que como tenemos carro y burro, con una vara, un varal y un cesto nos podemos arreglar.

- ¡Hijo! , ¡Qué sabéis vosotros de bajar piñotes?, dice Padre.

- Ya aprenderemos, no creo que sea tan difícil, yo puedo con un varal desde el suelo, Mariano con una vara sabe subir y Miguel con el cesto para recogerlos, explica Segundito.

La larga y miserable postguerra nos va a dejar sin escuela. Segundito aún no ha cumplido 15 años, es fuerte y trabajador, Mariano ha cumplido los 12 y a cuenta de la polio cojea un poco, pero tiene grabado una frase que siempre repite Padre: "Lo último en la vida, hijos, es tener miedo". Debió aprenderlo en el Ebro, en la guerra. Miguel ya tiene 8 y es la fe en sus hermanos o la fe que ellos tienen en él. El cariño hace milagros.

En un par de días Padre ha preparado la vara y el varal con sus medias lunas de hierro con puntas afiladas a modo de garfios. El varal para Segundito, que tiene miedo a las alturas, y la vara para Mariano que olvidará su pierna mala para subir como los gatos a los pinos. Miguel ya tiene su cesto de mimbre.

Son las 6 de la mañana de un día de diciembre. Madre prepara el desayuno. Padre engancha el carro y enciende una lumbre en un cubo de hierro. Hace frío, mucho frío. Se adivinan blancos los tejados, blancos están los pinos. Envuelto en una manta, con el traqueteo del carro, el calor del fuego y el de sus hermanos, duerme Miguel.

Se ha parado el carro. ¡Venga, empezamos aquí!, ordena Segundito.

Suelo blanco de escarcha, horizonte blanco, pinos blancos envueltos por la niebla.

- Hay que aprovechar ahora, con el hielo dice Padre que caen mejor los piñotes, comenta Segundito.

Mariano se va con su vara, buscando los mejores pinos. Tac, tac, tac van cayendo los piñotes como puntiagudas bolas de hielo. Miguel comienza a recogerlos, frío en las manos, frío en los pies. Frío.

- ¡Tengo frío Segundito!

- Aguanta un poco valiente. Acabo este pino y ponemos lumbre.

El sol va empujando la niebla. Los piñotes van recobrando su traje verde.

- Tengo hambre. ¿Cuándo comemos?

- Aguanta un poco más Miguelito.

Vuelve Mariano y al calor de la lumbre nos sentamos a comer. Una tortilla en tres trozos que Segundito reparte. ¡Qué bien se está aquí!, piensa Miguel, acurrucado entre sus hermanos. Y cree que el cielo del que le hablan en la iglesia debe ser parecido.

Se apaga la escarcha, se evapora la niebla.

De pronto aparece un hombre a caballo entre los pinos.

- ¿Qué hacéis vosotros aquí?, pregunta.

- Bajando piñotes, contesta Segundito en tono sumiso.

- ¿No sabéis que esto es particular?

- No, responde Segundito casi sin voz..- Soy el guarda de estos pinares y os puedo poner una multa.

- ¡De dónde sois y quién es vuestro padre?

- Mi padre se llama Segundo y somos de Fuente el Olmo, contesta Segundito con un hilo de voz.

- Pues ya hablaré yo con vuestro padre. Recoged que ya es tarde.

El hombre del caballo se marcha sonriendo misteriosamente.

Los tres hermanos vuelven a casa cargados de piñotes y de angustia. Nada más llegar le cuentan al Padre lo que ha pasado. Ante la sorpresa de todos, Padre se ha echado a reír. Tranquilos hijos, dice, ese señor es amigo mío y además un día me salvó la vida. Mañana, a llenar el carro otra vez.

Segundito ha cambiado la cara. Mariano y Miguel se abrazan a Madre.

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Imagen: Obra del pintor Ciro Marra (Roma / Barcelona)