"Contradicción" de Antonio Albalá Mata

13.10.2020

Pasaba, de largo, el ecuador de su trayectoria vital y comenzaba a darse cuenta de que su ego le estaba arrastrando a la nada. Pasó gran parte de su vida dormitando en ideas y en pensamientos que no llegaban a ningún puerto, la teoría siempre había estado en su mente, no así la práctica que estaba prácticamente desaparecida, nunca la encontró ni durante su adolescencia ni tampoco en su primera parte de la juventud. Le fueron rodando las cosas y por inercia triunfó en un mundo de mediocres. ¡Vaya mérito!

Respondía al nombre de Lück, Eusebio Lück. El apellido de origen alemán se debe al proyecto más ambicioso de la Ilustración española, la colonización centroeuropea del sur de España a cambio de tierras para repoblarlas. Qué lejos queda esa ambición ibérica, frente al conformismo actual. Lück consiguió llegar cuando aún no había despegado, aunque exteriormente todo pudiese parecer un bello cartel de luces de neón, su interior era lúgubre, vacío y sin nada que ofrecer a los demás. Solo quince minutos de entrada y poco más.

Quiso adelantar el epílogo de su vida y reafirmarse en recuperar el tiempo perdido, ese que añoraba cuando se dedicaba única y exclusivamente a tareas concupiscentes. Ese tiempo quedó atrás y aunque exteriormente parecía que la añoranza le embargada, lo cierto es que quería recuperar lo que nunca hizo, aprovechar el tiempo que le quedaba.

Siempre tuvo mucha vista y supo acercarse a las oportunidades, es como la suerte del torpe conductor que, pese a maniobrar mal el aparcamiento, siempre encuentra un hueco en la calle para hacerlo, sin buscar demasiado.

Varios años de trabajo incesante le convirtieron en una promesa en el noble arte de juntar letras que tuviesen un significado. Lo de escribir vino después, una acción que alimentaba su ego como nada lo había hecho hasta entonces. Le causaba mucho respeto llamarse escritor y utilizaba multitud de circunloquios para evitarlo.

Lo cierto es que tenía una cabeza maravillosa, bueno me refiero al interior de esta, nunca nadie había incentivado a ese artista, solo él mismo. Fue autodidacta de muchas cosas en su vida, la más importante aprender a ser él mismo. Algo difícil cuando los complejos te ahogan.
Viajó por donde le permitió su economía y llegó a la conclusión que el mundo estaba lleno de gente como él, se creó un maravilloso mundo interior y fue, como siempre había hecho, marcando su dirección sin fijarse en los demás. Pensó que, aunque su ego era muy alto, ¿por qué el de los demás le iba a superar? Decidió dedicarse a lo que vulgarmente se denomina "ir a lo suyo". Una forma egoísta de vivir en una comunidad convertida en una auténtica selva de inhumanidad, racanería, maldad e hipocresía.
La gente vive con una fachada llena de adornos, mientras la realidad del interior es bien distinta.

Aún no había publicado un libro en solitario, lo haría en unos meses, esa situación lo mantenía en un sin vivir emocional.
Poseía un segundo trabajo finalizado, a falta de las pertinentes correcciones y una idea bastante desarrollada, en borrador, que comenzaría a darle forma a la par que viera nacer su primera obra, en forma de publicación.

Su amor se fue una tarde gris de invierno para no volver jamás. Otro golpe que tuvo que encajar, este dolió de verdad porque dejó una honda cicatriz en su corazón y en su alma.

La vida puede llegar a convertirse en una contradicción
constante, existen pocas diferencias entre lo que decimos y hacemos. Ambas cosas en ocasiones no casan absolutamente, pero la realidad hace de ellas cotidianidad.

Los valores son algo intangible, algo no concreto. Al igual que cuando te hacen creer en algo abstracto para que el que lo hace justifique su modus vivendi.

Aseguran que la vida pone a cada uno en su sitio, por eso Lück sabía que su sitio estaba en el parnaso de la literatura contemporánea, con un libro fiel reflejo de su vida y espíritu. Un todavía manuscrito sin revisar y sin corregir, pero con una cubierta espectacular. Cómo no, con solapas.