"800 trillones de canciones" de Pablo Cruz Robles

13.10.2021

La especie dominante del planeta Abcron se arremolinaba en las plazas centrales de sus principales ciudades, las calles de las localidades periféricas y los pastos de las aldeas más remotas, todos miraban al cielo con los ojos vidriosos por la emoción, aunque el motivo no provenía de arriba, si no de todas direcciones. La melodía más hermosa jamás compuesta calaba el aire con su perfecta armonía, los Abcrones habían compuesto la mayor maravilla de la historia de su civilización, y todo en conjunción unos con otros, trabajando juntos para llevar el planeta a su máxima expresión artística. Habían reconvertido todas las estructuras, desde las viviendas que los daban cobijo, hasta las centrales energéticas que los provenían de luz y calor, en majestuosos y gigantescos instrumentos. Pero también habían conseguido afinar, de alguna manera, las montañas y los mares, los desiertos y las selvas, el aire y la tierra, de forma que cada uno tenía su puesto en la colosal orquesta del planeta Abcron.

Aunque el género musical reinante en la actualidad para la gran mayoría de Abcrones sea el Cort-ex, (Este consiste en una serie de pitidos emitidos en diferentes frecuencias, que al escucharlo durante unos pocos segundos, recrea directamente en su cerebro una canción única en la historia en función al estado anímico en el que se encuentren) conocían la gran variedad de estilos musicales que su cultura había desarrollado a lo largo de las diferentes eras, aunque ya apenas eran escuchados, salvo por algún que otro romántico y bohemio Abcronita. Pero esto sonaba como uno de los géneros más antiguos conocidos, llevado en la actualidad a su máxima expresión.

Las vigas de los edificios, afinadas en La menor, emitían un agudo sonido que recordaba al gemir de millones de cuerdas de violín, todas combinadas a la perfección. Las chimeneas de las centrales energéticas procedían con una serie de rugidos que se asemejaban a una amplia variedad de instrumentos de viento, como trombones, trompetas, saxofones y oboes. Las montañas hacían las veces de magistrales bateristas que chasqueaban y golpeaban el rocaje a modo de instrumentos de percusión. De esta manera, todos los elementos y las estructuras inanimadas del planeta, se habían transformado en los mejores compositores que jamás dio a conocer su planeta. Los Abcrones lo habían conseguido, gracias a sus experimentos dirigidos a la creación de un agujero negro artificial, en el que verter todos sus desperdicios, habían conseguido enfriar accidentalmente el núcleo del planeta y ahora este, tocaba su última melodía, con todo su cariño, para los desesperados Abcrones. El núcleo concluyó con un magistral solo de batería, y el planeta se despidió del universo que lo había visto nacer.

En la órbita de Abcron, una pequeña y oscura cápsula espacial controlada por una IA desconocida, registra la última obra musical compuesta en el planeta, junto con los 800 trillones de canciones que habían creado a lo largo de su historia, si se daba prisa, podría llegar a la vía láctea, donde un planeta denominado Tierra por su especie dominante se acercaba a su inminente final, si se daba bien, podría recopilar toda su historia musical, al igual que la de Abcron y otros cuantos mundos anteriormente, sin duda, el último compendio de melodías intergalácticas iba a ser un éxito por todo Andrómeda.

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Imagen: Obra del pintor Ciro Marra (Roma / Barcelona)