"Vida" de Athenea Osuna Sillero

13.10.2020

El sonido chirriante de sus zapatos avisaba de su llegada, era su insignia, la que la hacía diferente de las demás.
Su eterno recorrido por ese escabroso pasillo a oscuras hacía latente la presencia de su alma con una lámpara en la mano. Sin embargo, el sonido monótono e incesante de sus zapatos de goma frenaron y sus manos se posaron sobre las de Josefa, encontrando su mirada entre aquel nudo de cables y máquinas que tanto la asustaban. Ella tenía miedo y podía sentirlo como si pudiera traspasar la piel de sus manos.

Bajo el corazón débil y agitado de Josefa se escondía una historia de superación y de lucha, que conocía a la perfección, como si fuese su madre la que allí se encontrase.

Estaba sola, entre un mar de colores apagados y sin vida, entre la tristeza de cuatro paredes que le impedían ver con claridad los días y las noches. Por lo que, le era inevitable sonreír al escuchar el chirrido de esos zapatos que transportaban vida y esperanza.

Esos zapatos que escondían a una persona que parecía estar hecha del material más resistente que haya existido en la tierra y que era capaz de transportarte a otro lugar. Josefa lo podía presentir, podía ver cómo tras esos ojos verdes existían miles de historias, miles de derrotas y victorias.

Podía sentir que la entendía, como si ella misma estuviera allí en esa cama y no con esos zapatos que tantas alegrías le traían.

Por eso en lugar de irse al llegar la hora, decidió sentarse al pie de su cama con un enorme álbum de fotos y le mostró quién era ella, quién se escondía tras ese traje blanco que la convertía en una especie de astronauta, pero sin nave y sin planetas que descubrir.
Josefa sonrió y la volvió a mirar de nuevo a esos ojos que tantos recuerdos aislados le evocaban y supo que siempre había estado allí, que la había visto nacer y la había cuidado; siendo ahora ella la que la estaba cuidando.

No recordaba quién era, su enfermedad no se lo permitía; sin embargo, sabía que amaba a esa extraña como si ella misma le hubiese dado la vida, de una forma tan intensa que dos lágrimas asomaron por sus arrugados ojos que tantas cosas habían visto.

Josefa pudo ver como entonces, aquella muchacha se acercó a ella y le dijo; "abuela, te voy a cuidar siempre, con este uniforme y sin él".