"Una nube en el café", de Noemi García Jiménez

22.05.2019

Sentada junto a una ventana, movía nerviosa la cucharilla, dibujando círculos concéntricos en la nata del café. Era la hora del almuerzo y la gente charlaba animadamente, lo que hacía que su silencio solo fuera superable por el viejo piano situado frente a ella.

En más de una ocasión, se había preguntado cuánto llevaba allí sin que nadie lo tocara. Vencida por la curiosidad, una de las primeras veces que estuvo en ese café no pudo resistirse a levantar la tapa, comprobar que estaban todas las teclas y pulsar ligeramente una de ellas. Sí, todavía sonaba.

De repente suena la campanilla de encima de la puerta. Un hombre con gabardina hace su entrada. "¿Será él?", se pregunta. El recién llegado mira a uno y otro lado, hasta que su mirada se cruza con la de ella. La sostiene unos instantes hasta que se gira y sale del salón. "No, no era él", se dice.

El tiempo continúa su avance. La campanilla suena dos veces más, pero en ningún caso es la persona que le pidió reunirse con ella allí. Al ver su taza vacía, uno de los camareros le pregunta si desea algo más.

- De momento, no. Gracias. Estoy esperando.

Saca de su bolso la carta de recibió días atrás y la lee una vez más. Sí, la citaba allí esa mañana, no había ningún error. Media hora después, recoge sus cosas y sale a la calle pensando que aquello no tiene ningún sentido.

Al ir a girar una esquina, escucha su nombre. Se gira despacio. Ante ella hay un hombre de tupida barba oscura y mirada penetrante. Sus ojos claros le inspiran temor.

- No pude llegar antes. Le ruego que siga caminando. Cerca de aquí hay un parque. 

- Sí, lo conozco.

- Vayamos hacia él y busquemos un lugar sin gente.

- ¿Por qué tanto misterio?

Pero el recién llegado parece no escucharla. Camina como ausente. Una vez en el parque, él le indica un banco entre setos recortados, alejado de cualquier paseo.

-Lo he encontrado.

-¿El qué?

-A su hermano.

-¿A mi hermano?, pero si soy hija única.

-Su padre, antes de morir, me pidió que lo buscara. Soy investigador privado.

-No puede ser. Mi madre me lo habría dicho. ¿Cómo es posible que...

-Tu padre tuvo una relación antes de casarse con tu madre.

-Márchese. No permitiré que manche su nombre.

-Pregunte a su madre- le dice poniéndose en pie y buscando en el bolsillo de su cazadora

-Aquí tiene mi tarjeta. Por si lo piensa bien y quiere saber más de esta historia. A su hermano le gustaría conocerla.

-¡Fuera!- le grita malhumorada. Al verle alejarse, se echa las manos a la frente, preguntándose qué hace allí. Nunca debería haber aceptado encontrarse con un desconocido.

El viento mueve las hojas del tilo que le da sombra. De repente, un lejano recuerdo se hace vivo en su mente. "¿Y si lleva razón?", se pregunta. Ella tenía apenas nueve de años cuando ojeando un libro de su padre, se cayó de él una foto en blanco y negro. Aunque su padre se la quitó rápidamente de las manos, le dio tiempo a verla. Era un niño jugando a las chapas. ¿Y si era verdad lo que le había contado?, ¿qué edad tendría ahora ese niño? Coge la tarjeta que le ha dejado en el extremo del banco y antes de meterla en su bolso, la lee. "Fermín Muñoz, investigador privado". Camina por el parque pensando qué hacer ahora. Tiene dudas. Cuando llegue a la oficina, buscará en internet referencias sobre él. Si es de fiar, algo habrá. Además, ha visto en la tarjeta que hace uso de redes sociales. A punto de salir del parque, ve a una madre jugar con su hija de cinco años y decide que no, no se lo dirá a su madre. Imagina que para ella puede ser muy doloroso. Será su secreto.

Inspira hondo. Quizá no esté tan mal tener un hermano después de todo.