"Ultratumba" de Sonia Ruiz Corcos

Hace dos días que he muerto. Es una sensación extraña, aún no me acostumbro.
Tras el susto inicial el dolor cesó, menos mal, lo estaba pasando muy mal, luego dejé de sentir y fue un gran alivio, pero me dio mucha pena por mis familiares y acólitos.
Trataron mi cuerpo con cuidado y respeto, me lavaron y perfumaron, pude verlo desde fuera. Es algo que me cuesta asimilar, esta ligereza, esta incorporeidad, sabía que sucedería; es lo normal en los Dioses, pero no pensé que resultase tan raro.
Han hecho una gran ceremonia en mi honor, todos mis fieles se han reunido para mostrarme su afecto; ojalá supiera hacerles alguna señal, pero aún no he aprendido.
Han sido preciosos los cánticos sagrados y ofrendas florales, grandes cestas de comida, cofres de joyas y un puñado de esclavos.
Mi maravilloso templo será mi tumba y seguiré aquí el resto de la eternidad, el oráculo de los muertos será mi hogar y la entrada al inframundo mi sala de estar.
La decoración mística y bien delineada con frescos y grabados de otro mundo invita a practicar los rituales de poder tantas veces ensayados; estoy ansiosa por empezar.
Es una estancia grande, con túneles cerrados y misteriosos sin geometría lógica ni simetría, tan estrechos que un hombre roza con los hombros para poder pasar, protegidos con gases tóxicos para que nadie perturbe mi descanso y pequeñas oquedades en las paredes para la iluminación de la estancia mediante velas.
No cabe duda de que el camino resulta dramático si eres mortal, pero si eres un ente como yo es divertido de recorrer y admirar la destreza del constructor; lástima que haya sido ejecutado, era buen profesional.
A medida que avanzo el calor se siente más cercano debido a la actividad volcánica del terreno, que resulta emocionante porque me acerca al otro mundo.
El arroyo subterráneo con aguas termales que cruza el barquero sagrado me cautiva con ese trajín de almas entrando previo pago al descanso eterno.
Me acerco a ellos, todos están temerosos pero les hablo y se calman, me cuentan su vida y yo cuido de sus familias. Es un trato justo en compensación a su devoción y lo más bonito de ser Diosa.
••••••••••
Imagen: Obra de la pintora Edurne Gorrotxategi