"Trece de junio" de Nekane Mendía Arnedo

31.08.2022

Un trece de junio, de tiempos ya remotos.

Él, cumplía la mayoría de edad. Ella, no tenía todavía los diecisiete.

Apenas llevaban medio año juntos.

Para ella, su primer amor. Para él... Para él, seguramente no. Pero eso no importaba. A ella, no le importaba. Le quería y su pasado era lo de menos.

Sentados en aquel banco, agarrados de la mano, se miraban, se sonreían y hablaban de sus cosas.

Él, vestía aquel chaleco verde, de bolsillos grandes, que tanto le gustaba a ella.

Ella, un jersey blanco, de ganchillo, que hacía poco le había hecho su madre con tanto cariño.

Después de un beso, un dulce, apasionado y sincero beso, ella le entregó su regalo.

Un regalo que había comprado días antes, para él, para el chico que la hacía feliz.

Una pluma, grabada con su nombre, guardada en una bonita caja de madera y envuelta en papel de regalo. Ese papel de regalo, colorido y brillante, que tanto le había costado elegir, hacía apenas una semana, en la única tienda del pueblo, donde la dependienta la había asesorado con tanto mimo.

Una pluma, tal vez, para que pudiese escribir un diario, donde podría inmortalizar esos bonitos momentos, que pasaban uno junto al otro.

Tal vez.

Él la miró, la sonrío y la abrazó.

Así se quedaron un rato, un buen rato. Abrazados, mirando al cielo y esperando que cayera la noche, para regresar a casa.

Cada uno a la suya.

"Qué bonito es el amor, sobre todo en primavera", que decía la canción.

Y qué huella deja, cuando es el primero.

Cada trece de junio, ella se acuerda de aquella tarde, de aquel banco, de aquella noche estrellada...

Porque a pesar de haber transcurrido más de treinta años de aquel momento, y a pesar de que él, un año después, decidiera seguir su camino sin ella, ella, no puede evitar acordarse de él, cada trece de junio.

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Imagen: Obra del fotógrafo José Carlos Nievas (Córdoba / Murcia)