"Todas las noches del mes" de Víctor Mancilla Campos

20.10.2021

Algo así creyó leer en algún banner.

Pero si se hospedó en el Circus no fue precisamente por eso. Fue más bien por ella. Su tercer viaje a Las Vegas para verla, para hablarle por fin y por fin invitarla a salir. ¿Y todo para qué? El cancerbero más famoso del mundo lo mira, pero él, sonámbulo, no se da por enterado. ¿Cuántas veces acecha el peligro y a nosotros ni por acá nos pasa? Así, él dando tumbos por los pasillos largos y alfombrados del hotel; de esta ciudad que no duerme nunca y, por tanto, nunca está del todo despierta.

La botella de Jack la lleva en la izquierda y con la mano derecha se va agarrando de las paredes. Son otras camareras quienes lo miran, pero ninguna es ella. El no rotundo le duele más que el golpe que acaba de darse contra la estatuilla sedente que gobierna el pasillo. ¿Qué hará ese puto perro ahí? ¿Dónde estará el elevador? ¿Dónde el estacionamiento? Todo le parece absurdo y más absurdo todavía es que lo hayan mandado a volar. A él: el señor maestría y doctorado.

El gruñido lejano atraviesa la noche. ¿O será de día? La luz blanca titubea, pero vuelve y el elevador sigue su marcha. Una mano benevolente lo salva de ir a dar contra el señor descompuesto y torvo del espejo; contra el suelo. El elevador, desciende. Él que tanto hizo por ascender, por convencer a los demás de que es digno de amor, desciende. La salida debe de estar en esa dirección.

Las puertas se abren y la luz queda atrás. El ambiente tórrido de la gruta lo hace sudar. No obstante la borrachera, no deja de sorprenderle la cenestesia que producen estos hoteles gringos con sus atmósferas envolventes. La cuestión, ahora, es encontrar el coche. Le da un último trago y lanza la botella que va a caer a ninguna parte.

Mira hacia atrás pero no ve nada.

La culpa es de ella.

La sonrisa demasiado convincente, confunde, propicia. El gruñido está más cerca. Él no sabe bien si es su estómago vacío desde ayer, la rabia de saberse rechazado o el sonido que seguro viene de las bocinas ocultas en la oscuridad. Desorientado, sonríe. Dice, a los gritos, que esta vez el Jack sí le pegó. Ríe a carcajadas. Adiós el balance que tanto predica en sus clases.

Adiós a todo lo demás.

Da, con las manos, contra los fustes delgados y verticales que le hacen suponer que tiene ante sí una jaula grande: lo que no sabe es si está dentro o fuera de la jaula. No queda más que averiguarlo, pero el gruñido lo hiela. Su risa loca se apaga y es el jadeo febril lo único, ya, que percibe. ¿Qué está pasando? Algo pretende decir, pero el gruñido al fin se come sus palabras.

La luz vuelve:

El cancerbero más famoso del mundo se presenta esa misma noche y todas las noches del mes.

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Imagen: Obra del pintor Ciro Marra (Roma / Barcelona)