“Tarareando mis recuerdos” de María Dolores Terrón Arenas

01.03.2021

Aún recuerdo canciones de una época lejana que casi con un hilo de voz tarareo en las mañanas. Canciones en mi memoria, que quizás ya eclipsó muchos recuerdos, pero que dejó muy vívidos otros que nunca se olvidan.

Las letras de aquellas coplas van unidas a mi vida como cordón umbilical de mis historias recorridas. Lo que no pude aprender en la escuela me lo enseñó la vida, y la retahíla de esas letrillas, que fueron los sones de mis días. Ellas me enseñaban moral, geografía, proezas de bandoleros y cuentos de moras cautivas.

Me acunaron con armónicas coplillas que hablaban de historias de castillos y señores, que rondaron nuestras tierras, que la libertad nos restringía. Crecí fuerte, en los campos llenos de flores en primavera, los ardientes veranos y los gélidos inviernos, correteando con las ovejas y respirando aire puro, entre el Chaparral y Sierra Boyera.

"Duérmete niño, duérmete ya, que si no el lobo te comerá "... nos cantaba mi madre por las noches. Y con el aullido de los lobos que al caer la tarde se oían por los cerros, me dormía tapada hasta la frente, y apretando los ojos.

Descarados cuplés y cancioncillas picaronas, se oían por los corrales, en tiempos de libertad. Mi familia cantaba alegre "echándole guindas al pavo" hasta que una tarde de verano, cambiaron las letras de aquellas canciones, por otras que se tarareaban temblorosas y con lágrimas de amargura en los ojos: "ya se van los quintos, madre.. ya se llevan a mi Pepe.."

Duros años, tiempo de silencio, en el que sólo los pájaros se atrevían a dejar algunas notas en el aire. Yo no cantaba, tampoco lloraba, sólo esperaba. Una tarde, llegaron cánticos nacionalistas con los soldados que regresaban del frente y por el soleado sendero llegaban los mozos al pueblo.

Entre pasodobles, "suspirando por España", coplas de un "emigrante" y tangos que soñaban con "volver", se fueron animando poco a poco las calles , con un trasfondo de nostalgia y añoranzas. No era fácil sonreír y cantar con el alma hecha jirones, las espaldas doloridas y los estómagos carentes.

Pero éramos jóvenes y entre risas y bailes: "A la lima y al limón tú no tienes quién te quiera..." me enredó el corazón un apuesto mozo que con sus zalamerías supo camelarme para llevarme al altar. Siempre era buena ocasión para una copa de buen vino y ahogar las penas brindando "cara al sol" de un nuevo día y ese próspero mañana que se nos prometía, acallando así nuestros ecos quejumbrosos.

Nuestros hijos, en cuanto crecían se despedían de los chaparros del pueblo que los vio nacer, buscando la cegadora luz de las ciudades, en las que esperaban un mejor futuro, entre los primeros rascacielos, hoteles turísticos y las grandes fábricas. Echaron nuevas raíces en otras tierras y las familias fueron quedando desgranadas. Bañados de ilusión, cambiaron sus pantalones de pana por otros acampanados y las jovencitas acortaron sus faldas para ser unas "chicas yeyés", soñando que "al final del camino habría un mundo nuevo y feliz".

Cuando se dieron cuenta que no todo era de radiantes colores, lanzaron sus reivindicaciones: "libertad, libertad, sin ira...", que los tiempos que corrían demandaban salir del yugo que les apretaba. Para la feria volvían mis hijos, como casi todos los demás, pasaban unos días empapándose del aire que nunca olvidaban y nos llenaban las casas, y las calles de niños.

Nuestros pequeños nietos, que empezaban a asomar sus espíritus rebeldes con aquello de .."a quién le importa lo que yo haga, a quién le importa lo que yo diga". Albores de democracia, cambios y nuevos tiempos. Muchas nuevas canciones llegaron y se fueron veloces, unas tras otras, todos nos adaptábamos a los ritmos nuevos y así hemos ido siempre marcando nuestros pasos al son que nos tocaban.

Pero yo me quedo con mis coplas, mis tangos y mis boleros. Y aquí sigo cada mañana tarareando mis recuerdos mientras me alcance la memoria y mi voz tenga un poco de resuello, que en estas letrillas va mi vida y la historia de mi pueblo.