"Sin miedo" de Marina Pedrajas Martínez

05.09.2022

- Maldita sea.

Murmuro con fastidio mientras avanzo y registro la habitación en busca de la mercancía. Derecha, izquierda... Nada, absolutamente nada. Revisando el reloj, compruebo que apenas me quedan unos cinco minutos antes de que el lugar se convierta en escombros y maldigo entre dientes. No hay nada mejor que trabajar bajo presión. Sí, señor.

Sin encontrar aquello que he venido a buscar, salgo de la estancia y regreso nuevamente al pasillo central. Última parada: el comedor.

Cuatro minutos.

A medida que avanzo, un fuerte olor mezcla de hierro y azufre me llena las fosas nasales. Sin poder evitarlo, la comisura de mis labios se eleva en una sonrisa al reconocer el característico olor de la sangre fresca. Es, en ese instante, cuando me detengo y observo a mi alrededor. Las paredes, antes blancas, se encuentran teñidas de un profundo color carmesí, al igual que la mayor parte del suelo. Los muebles, las ventanas, los objetos... apenas pueden distinguirse entre tanto rojo.

Sonriendo, termino de recorrer los pocos metros que me faltan para llegar a la entrada del comedor.

Compruebo mi reloj.

Tres minutos.

Estoy a punto de alcanzar la manija de la puerta, cuando una bala pasa rozando mi mejilla y detiene todos mis movimientos.

Reprimiendo una sonrisa y relamiéndome los labios, me giro completamente y recorro el lugar con la mirada en busca del origen de ese disparo. Para mi satisfacción, no demoro demasiado tiempo en encontrarlo. Está escondido detrás de la escalera que conduce al primer piso del hotel.

Saco la pistola del bolsillo interior de mi chaqueta mientras avanzo lentamente hacia el hombre y me acuclillo delante de él.

- ¿Quién eres? -me pregunta.

- No tengo nombre. La gente suele llamarme Sin Miedo.

Él emite un leve gorgoteo.

- ¿Qué eres, entonces?

- Sólo soy una simple fotógrafa -le respondo, mientras le acaricio la mejilla y quito el seguro del arma.

- ¡Maldita puta! No saldrás viva de este sitio, lo sabes ¿no?

Ante esa pregunta, compruebo la hora disimuladamente.

Dos minutos. Joder. Él tiene razón.

- ¿Unas últimas palabras?

- ¡Vete al infierno, zorra!

- Ya estoy en él -y disparo. Vacío el cargador de mi pistola y, una a una, las balas le agujerean el cráneo.

Aunque me encantaría admirar mi obra de arte, aún tengo un asunto pendiente que resolver; tengo que encontrar la mercancía. Vuelvo sobre mis pasos y de nuevo me encuentro frente a las puertas del comedor, correctamente cerradas.

Es el último lugar que me queda por revisar, si no está allí lo que busco estoy muerta, jodidamente muerta.

Un minuto.

Abro las puertas y apenas tengo el tiempo suficiente de escudarme detrás de una de ellas, cuando una gran llamarada de fuego emerge de la sala y colisiona con la pared de enfrente. En cuestión de segundos, el hotel se encuentra envuelto completamente en llamas. Consciente del poco tiempo del que dispongo, entro en el recinto y empiezo a revisar el lugar. El fuego está consumiendo el edificio entero y a lo lejos, escucho los gritos y alaridos de los pocos supervivientes de la masacre.

«Qué ironía».

El calor se está volviendo insoportable y con el humo apenas puedo vislumbrar nada. Voy a darme por vencida cuando un reflejo me llama la atención. Me acerco unos metros y allí, detrás de los restos de lo que parecía ser un armario, lo encuentro. Mi preciado objeto y con él, la mercancía. Doy un paso, dos, tres, cuatro... no llego al quinto. El techo cruje y comienza a derrumbarse. Con rapidez compruebo nuevamente la hora en mi reloj.

Cero.

No me queda tiempo.

Desesperada, corro hacia ese lugar. Sin embargo, y para mi consternación, no consigo llegar. Las explosiones van sucediéndose una detrás de la otra y las llamas terminan por arrasar el hotel, encerrándome en su interior.

Estoy muerta.

*****

-¡Me cago en la puta! ¡Ya casi estaba! -grito enfurecida mientras observo la pantalla negra del ordenador y las palabras que resaltan en blanco.

"Fin de la partida. ¿Continuar?".

Sonrío mientras agarro el "joystick" con fuerza y hago clic.

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Imagen: Obra del fotógrafo José Carlos Nievas (Córdoba / Murcia)