"Sin faroles" de René Pérez Pérez

08.10.2021

Damas y caballeros, ya conocen las reglas. He de comunicarles que cualquier acción que contravenga las mismas, conlleva la inmediata expulsión -el sonido gutural eclosionaba con el mutismo de los participantes, devolviendo un eco que se antojaba aún más solemne, si cabe-. Como saben, jugaremos todas las manos de la variante Texas Hold´em y repartimos dos cartas por jugador. Cuando la apuesta supere el límite fijado, se convertirá en eliminatoria para todos los que pierdan esa mano. Al final, habrá un único vencedor de la partida. Si han comprendido todo, comenzamos. Suerte y recuerden que de ustedes depende mucha gente. Jueguen bien y limpio.

Los oponentes se miraban a los ojos, aquellos que muchos escondían tras los cristales ahumados de oscuras gafas de sol que no solo ocultaban gestos, sino también intenciones que en ocasiones no eran beneficiosas para los intereses de la humanidad. Los rostros compungidos, tensos como cuerdas de violines que sonaban al compás de un silencio atronador, lacerante. Las manos, agarrotadas, asían los naipes casi con violencia, con la sapiencia de tener entre los dedos el futuro de familias y la oportunidad de hundir o elevar hasta los altares las vidas y el destino de las personas. No había lugar a las palabras, el más mínimo sonido podía ser interpretado erróneamente o inducir hacia una pista que nadie debía regalar.

La crupier repartió con agilidad la primera mano. Y después la segunda, y tras ella muchas más.

La primera eliminatoria quiso, caprichosa casualidad, que tras retirarse el resto de jugadores, se encontraran La Suerte y El Egoísmo. Tras un sólido cuerpo a cuerpo, el duelo se decantó por el segundo, que continuaba adelante. Por la mañana, el cuerpo sin vida de la pequeña Olivia aparecía sin vida a mil metros de profundidad en las aguas de la isla de Santa Cruz de Tenerife.

Los participantes seguían cayendo en encarnizadas batallas sobre el tapete, provocando que, al tiempo de abandonar su asiento, se fuesen lastrando voluntades. Se citaron en el siguiente descarte La Traición y La Venganza, y la victoria de esta última trajo consigo un virus que asoló en forma de pandemia al conjunto de la humanidad como no se recordaba en siglos, esquilmando vidas, relaciones y obsesiones.

La criba iba tamizando a los jugadores, en una especie de selección natural tan inquietante como peligrosa. Tras una mano repleta de tensión, en la que las apuestas se sucedieron interminablemente hasta subir al infinito, dos oponentes cruzaron su destino y su poder. La Bondad se enfrentaba a La Injusticia en un duelo a muerte, del que saldría indemne la Bondad. Los informativos abrían con la noticia del récord histórico de donaciones solidarias a causas humanitarias. Estas lograron salvar millones de vidas en el último año.

Más tarde, avanzaba a siguiente ronda El Dolor, que se imponía fácilmente a La Igualdad, con un full de reyes sietes que no daba tregua a su rival. Estos reyes se materializaban en el pequeño país de Afganistán, del centro de Asia, en forma de soldados talibanes seguidores de la doctrina islámica modernista combinada con la ortodoxia, que provocaban estragos entre la población, especialmente femenina.

Y así se sucedían los duelos sin parar, encarnizados, descorazonadores. La Felicidad vencía sin dar cuartel a La Ira, mientras en Benidorm, un hombre que paseaba junto a unos apartamentos, veía precipitarse un niño de dos años desde un segundo piso y lo amortiguaba, entre el regocijo inundado en lágrimas de sus padres.

Partidas y partidas, bañadas en sudor teñido de sangre y esperanza. Así se suceden los días en el planeta; la timba continúa viajando al ritmo de su giro, y jugadores como El Rencor, La Responsabilidad, El Perdón, La Intolerancia, La Libertad, La Violencia o La Piedad prosiguen y avanzan rondas, mientras se aproxima la gran final.

En tus manos está la victoria de este juego. El póker de la vida, que construyes con tus picas, tus rombos, con la dosis de fortuna de tus tréboles, pero especialmente y, sobre todo, con lo que tus corazones te dictan. Así construyes la mano con la que participar en esta timba. No ha lugar a los faroles. Juega sin faroles.

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Imagen: Obra del pintor Ciro Marra (Roma / Barcelona)