"Sin espera" de Francisco Pascual Sánchez

Cuántas lágrimas veo que se derraman. Algunas son realmente sinceras, pero otras..., otras no tanto, vamos a dejarlo ahí, porque estoy viendo a unos cuantos especímenes que ya les vale; la hipocresía de algunas personas puede llegar a límites insospechados. Eso sí, qué palabras tan bonitas ha dicho mi amigo Julio. Ha sido un panegírico tremendamente conmovedor, sobre todo, cuando ha hablado de los valores de la familia tradicional y del poder de la amistad; también ha contado anécdotas graciosas de nuestra adolescencia y juventud, ha estado muy bien. Al final, se ha emocionado tanto que apenas ha podido acabar el discurso. Confieso que a mí casi se me saltan las lágrimas.
La verdad es que no había estado nunca en un acto tan entrañable. Yo también estoy emocionado, siempre he sido un sentimental de lágrima fácil, aunque me hiciera el duro de cara a la galería.
Sí, la verdad es que Julio se lo ha currado, hay que reconocerlo. Aunque es menester aclarar que su carita de niño que jamás ha roto un plato, las gafas de empollón y los aires de intelectual bohemio y despistado que está de vuelta de todo, son pura apariencia, postureo; lo sé de buena tinta, lo conozco de toda la vida, pero a él le funciona, ¡vaya si le funciona!, sobre todo con las mujeres, que lo acogen en su seno, literalmente, como a un ser desvalido. Menudo sinvergüenza está hecho.
Caramba, la ceremonia parece que se acaba, se me ha hecho corta. Bueno, muy pronto conoceré las respuestas a las cuestiones que la humanidad se lleva planteando desde el principio de los tiempos, y aunque no podré compartir el descubrimiento, saber todas esas cosas me servirá de consuelo, algo es algo. Dentro de un momento me bajarán por la plataforma y..., adiós.
¡Pero! ¿Qué demonios estoy viendo? Ese aprovechado de Julio, con su aspecto de niño bueno, le está haciendo ojitos a mi mujer, bueno, a mi viuda. ¡Será caradura! ¡La coge de la mano, se le acerca, y ella le sonríe, le corresponde! ¡No hagas eso, desvergonzada, conmigo aún de cuerpo presente! ¡Si ya notaba yo algo! ¡Estos dos me la estaban dando con queso desde tiempo atrás! ¡Estoy seguro! ¡Alto! ¡Paren la plataforma! ¡Debo arreglar un asunto antes de que me metan en el horno! ¡Tengo que partirle la cara a alguien!
No hay manera, como estoy muerto nadie me oye. Pero podrían haberse cortado un poquito esos dos, ¿no?; qué falta de respeto por su parte, porque vaya imagen que me llevo para toda la eternidad. Espero coincidir algún día con ellos en el infierno, o a donde me toque ir. Entonces se van a enterar.
Pero, ahora mismo, ya no puedo hacer nada. Las circunstancias siguen el trazado que el destino les marca, la plataforma continúa su descenso. ¡Huy!, qué calorcillo se va notando...
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Imagen: Obra del pintor Ciro Marra (Roma / Barcelona)