"Sin dormir", de Mario Romero Riomayor

23.05.2019

Resonaban las sirenas de la ambulancia cuando Juan, de un manotazo, apagaba el despertador. Era la tercera vez que sonaba y su compañera de cama volvía a recordarle que tenían que levantarse para ir al trabajo.
A Juan no le importaba llegar tarde, él era su propio jefe, sus clientes fijos le estarían esperando, un día más, haciendo cola ante la puerta del estanco, heredado de sus padres.
Acercó hacia él el pequeño cuerpo de su amante invitándola a dejarse llevar por la atracción sexual del momento.
Mientras, ella se oponía levemente, frenada por la responsabilidad de tener que llegar a tiempo al trabajo; aunque en un instante la pasión venció la resistencia, tomando ella la iniciativa.
- Vamos Juan, que llevamos esperándote más de media hora.- le recriminaba Fernando.- 

- Voy, sin prisa. Aún no he desayunado y si os alteráis me voy a tomar café y vuelvo más tarde. 

- Pues nos vamos a otro estanco, que hay más en el barrio. - amenazaba Ángel bromeando. 

- Sí, seguro. Pero en ninguno os tratan como yo. Son las diez y cuarto, siempre abro a esta hora, ¿qué os pone así, acelerados por la mañana?. Hay que tomarse la vida con otra filosofía. 

- Sí, la tuya. Ya la conocemos... - reía Fernando.-
Despachó a los tres, y abrió la puerta de seguridad para que entrara Aurora tras 
el mostrador. 

- Vaya carita que traes, Juan. Parece que no has dormido mucho. ¿Noche de marcha 
o noche de pasión? 

- A ti, ¿qué te gustaría oír?- respondía Juan con una mirada suave y seductora-.

- Pues que has salido de copas con tus amigos, esos que no me quieres presentar, y 
con los que sales a menudo. 

- Pero si ya conoces a uno.. 

- ¿Quién? 

- Dani, el que te presenté, que estaba con la ambulancia en la que trabaja y pensaste 
que había pasado algo en el estanco al verla aparcada en la puerta. 

- Ah, sí. Bueno, vale. Pero sólo conozco a uno, y un poco porque tuvo que irse pronto porque le llamaron para una emergencia. Y... ¿todos tus amigos son como 
tú y él, con esa carita de buenos, pero con esa mirada de liantes?. 

- No, nosotros somos los formales. Mira a Dani: trabajador, responsable, que ayuda a 
los demás... Y yo ... bueno, ya me conoces.
- Sí seguro, vosotros los formales. Eso me lo tendrás que demostrar. 

- Eso cuando quieras, anda te invito a un café, que necesito desayunar. 

- Vale. Rápido. Tengo que ir a clase y no quiero volver a pasar la mañana aquí, en el 
estanco contigo, que las chicas del barrio me llaman la estanquera de Embajadores. 

Juan se encontraba sólo, se entretenía colocando los últimos cartones de la saca del pedido, cuando Dani y Carlos aparecieron por la puerta:
- Buenas, Juan.- saludó Carlos. 

- Muy buenas chicos. Empezando la mañana trabajando, ¿no?. 

- Sí, seguro que te hemos despertado, ¿verdad?- le respondía Dani- mira que le he dicho a Carlos que no pusiera la sirena tan pronto. 

- Bueno, lo cierto es que sí pero no me ha importado mucho. 

- Ya te veo venir...- Dani estaba seguro de que la noche de Juan había sido ajetreada.- vamos que las ojeras no son de salir de copas con éstos.. 

- No, no, todo lo contrario. Lo mejor ha sido el despertar, y la noche fue precisamente... 

- Juan, me tienes que decir cómo lo haces.- intervenía Carlos, mientras pagaba su 
cajetilla de tabaco.- 

- No, prefiero no contártelo, Carlos. Estás casado y tienes dos niñas. No quiero ser culpable de incitarte a la infidelidad.
- Oye, ¿crees que sería capaz? 

- Sinceramente... no. Eres un buen tipo y tienes cara de felicidad. No como tu compañero Dani, que precisamente hoy no tiene buena cara. -dirigiéndose a Dani.- 
¿Qué te pasa?, tu rostro tiene una aura extraña hoy. 

- Juan, no empieces con tus bobadas místicas, mi rostro manifiesta sueño porque he 
tenido que madrugar y no me sienta bien. Claro si por la mañana me levantara como tú, con un despertador cálido y sensual, seguramente tendría la cara de estar en el limbo que tienes...