"Reflejos repentinos" de Mónika Yolotzin Velasco Gómez

17.10.2021

Renazco cada día con el primer rayo del sol que acaricia mi cuerpo. Mis ojos resplandecen sin cesar por la emoción de verte nuevamente en mi vida. Tomo aquel collar que me obsequiaste y lo coloco suavemente sobre mi pecho mientras espero con ansias la llegada de la gran hora.

Mi actitud cambia en un suspiro al de aquella niña que conocías. Deambulo por mi cuarto mientras doy pequeños saltos de felicidad, estoy segura de que en esta ocasión sí te voy a encontrar.

Un rechinido irrumpe mi alegría, la puerta se abre dejando pasar una corriente helada sobre mis mejillas. Me escabullo hacia el marco con la mirada en alto y observo un cielo alegre y vivo de colores pastel. Detengo mi respiración por un momento en espera de alguna respuesta. Sosiego, ningún alma ni objeto se atreve a frenarlo, dándole paso a mi mente para que retorne al pasado.

«En todo reflejo siempre yace un secreto...»

Esas fueron tus palabras hacia mí desde la primera vez que me observé en un espejo. Lograste impregnar tu pensamiento en mí como si fuese mío, a la vez que forjaste una curiosidad imposible de saciar.

Día y noche comencé a detenerme de golpe cuando apreciaba el reflejo de cualquier objeto o ser, haciendo caso de tus palabras y dedicando lapsos para mirar con detenimiento cada uno y así encontrar esos secretos de los que tanto hacías mención. En algún punto llegué a perder la noción del tiempo de mis acciones, pero nunca mi objetivo detrás de ellas.

No podíamos estar juntos en cada momento, pero un día mientras te echaba de menos pude apreciar una silueta reflejada en un charco, se parecía a ti y pensé que estabas ahí. Una emoción ilusa se apoderó de mí haciendo que me levantara deprisa para abrazarte, lo cual no ocurrió ya que jamás te pude encontrar en mi vista. Mi mente no fue capaz de comprenderlo, con un simple parpadeo lograbas desaparecer, pero con otro lograba verte nuevamente, era como si solo existieras en ese reflejo durante unos instantes.

Corrí hacia mi hogar llena de júbilo para contarte sobre mi descubrimiento, pero al llegar solo recibí palabras vacías de otros al decirme que te habías ido de viaje.

Me negué a aceptar sus palabras y hui sin titubear, tu jamás habrías sido capaz de irte sin decir adiós.

Un suspiro a mi oído estremece mi cuerpo y me trae de regreso al presente, todo sigue en calma. Analizo el terreno por última vez y sin ningún indicio comienzo a correr en busca de reflejos. Me mantengo concentrada en cualquier movimiento que encuentre, así como en todo objeto digno de mostrarme aquello que quería, un vidrio, un espejo, una fuente de agua o incluso en los ojos de alguien.

Pasaron doce segundos hasta que una silueta alteró mi visión, la cual se dio a la fuga en el momento que crucé mi mirada con ella. Todo pareció detenerse en un instante, como si el mundo simplemente dejara de funcionar. La perseguí sin darle importancia a lo que ocurría a mi alrededor, sus apariciones habían dejado de ser repentinas, no podía desaprovechar una oportunidad como esa.

Al perder su rastro logré llegar hasta un área verde. El césped se encontraba impregnado de rocío, así como en la lejanía se podía apreciar un pequeño estanque que marcaba los límites entre el claro y los árboles.

Me detuve a unos pasos de llegar al estanque, mi última oportunidad del día había llegado más pronto de lo que esperaba. Al agacharme no pude ver a otra persona en el reflejo, por lo que solo apreté el collar sobre mi pecho y lancé un suspiro de desilusión.

Un disparo rompió el silencio, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera en el estanque. Al recuperar mi compostura pude ver tu mano extendida hacia mí, de verdad estabas ahí con una cálida sonrisa, aunque tus ojos habían cambiado, ahora se apreciaba una profunda tristeza y consuelo. Me lancé entre tus brazos para jamás soltarte, ya no importaba nada, finalmente te había encontrado.