"Primer padre haciendo los deberes de plástica a hijos" de Esteban Torres Sagra

20.09.2021

- Me voy a cazar mamuts, cari, que ha quedado muy buena tarde y en la despensa ya escasea el embutido.

- ¿A estas horas, Bang? ¡No te demores! que tus hijos tienen deberes de pintura rupestre para mañana y yo bastante tengo con curtir la piel de la zarigüeya que trajiste ayer para hacerme unos zuecos y recoger las chirimoyas.

- ¡Que no tardo, Big! Bueno... te informo: luego he quedado con la horda para despellejar unos jabalíes en la cueva de Altamira y darle unas patadas a un mondongo de verraco con Leo.

Se quiso ir dando un portazo, en señal de autoridad y micromachismo, pero no había puertas por entonces y las poses no podían inmortalizarse todavía, así que se volvió sobre sus pasos y le dio un buen tirón de pelo a su señora, en señal de cariño, en lo que se conocía en aquellos tiempos como preliminares. Lo de cazar era una excusa para juntarse con los muchachos e ir probando bebidas recién inventadas por Mahou, el hechicero, que hasta aquel día aún no había dado con la tecla de algo que estuviera bueno de verdad y refrescara.

En cuanto ella lo perdió de vista por la senda de los alcornoques, sacó el tambor tribal -sin límite de datos ni establecimiento de llamada- e hizo audible la señal convenida. Al rato la infravivienda se llenó de vecinas, ávidas de ocio.

Zara trajo lo último que había cosido y lo mostró con orgullo a sus amigas. La anfitriona le cambió un bolso de cuero con incrustaciones de asta de uro y un peal completo de un oso pardo, especie cuya superpoblación se estaba convirtiendo en un problema -eran otros tiempos- por tres trapitos de nada que apenas si cubrían donde el pelo de la pierna se hace fuerte.

Comentaron el embarazo de la nena de los Diu, la pareja del norte -con costumbres sociales mucho más relajadas- que se había instalado recientemente en el poblado, y bebieron un poco del mejunje que trajo Larios, una mujer ya mayor: tendría alrededor de veinticinco, la más vieja de la aldea, que hacía mezclas con jugos de bayas para entrar en trance, según decía.

Cuando Bang regresó, después de tomarse algunas... -aquella bebida recién inventada por Mahou aún no tenía nombre definitivo- se encontró a todas las hembras sin conocimiento sobre el suelo de su hogar, con síntomas de haber hablado -o discutido- con los espíritus de los ancestros antes -o después- de que intentaran salir por sus bocas.

Se acordó de los deberes de sus hijos y se puso a pintar ciervos y bisontes a troche y moche en un rincón de la pared rocosa. No le quedaron mal, aunque él sabía dibujar mucho mejor, pero recordó las recomendaciones de su esposa - quien, como siempre, llevaba razón- y no quiso esmerarse demasiado para que aquello pareciera obra de los críos.

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Imagen: Obra del pintor Ciro Marra (Roma / Barcelona)