"Persecución" de Francisco Pascual Sánchez

30.10.2020

Estoy casado de tener que escapar una y otra vez, de que constantemente me estén pisando los talones; es un sinvivir, peor antes de que ocurriese aquello. Aunque estoy casi seguro de que no podrán darme caza, soy muy escurridizo, tampoco puedo permitir que alguien me vea, se asuste y me delate. Las autoridades lo mantienen en secreto porque, de saberse, podría provocar una situación de pánico colectivo. Por esa causa, estoy siendo perseguido de esta forma tan salvaje, mucho más que cuando mi foto adornaba los pasquines en plena calle. ¡Qué tiempos aquellos, cuando solo me perseguían por mis crímenes!

Los veo todos los días, siguen mi pista como sabuesos sedientos de sangre. Oí que, de manera interna, han ofrecido una buena recompensa a los agentes que den conmigo o me capturen..., vivo o muerto. Pero, claro, eso no trasciende, se cuidan mucho de mantenerlo en el más riguroso secreto.

Pero sospecho que alguno de los funcionarios, en un momento dado, se ha ido de la lengua, porque veo movimientos extraños en la gente de la calle. Miran a su alrededor constantemente, como si hubieran perdido algo o temiesen algún ataque. Sí, llevan el miedo dibujado en sus rostros. Si me capturaran vivo, no quiero imaginarme las perrerías que me harían antes de quitarme de en medio, pero siempre en secreto, ya que el gran público solo debe conocer la versión gubernativa, si es que la hay, porque nadie puede saber el misterio que me rodea.

Lo gracioso del asunto es que de forma oficial no pueden hacerme nada porque no existo, estoy muerto. Sí, como lo oyen. Mi último atraco salió mal, recibí dos disparos y uno de ellos me reventó el corazón y claro, el forense certificó mi fallecimiento, pero al primer descuido salí corriendo de aquel lugar ante la sorpresa de todos.

Ahora estoy con la duda de si me persiguen por mi amplio historial delictivo que incluye atracos, muertes, secuestros y un amplio etcétera, o bien porque, en cuanto las sombras de la noche se apoderan de la ciudad y yo salgo a buscar mi sustento, el peligro y el temor invaden las calles. Ahora conozco las consecuencias del mordisco que me dio aquel tipo tan raro unos días antes de que ocurriera todo: me convirtió en un auténtico zombi.