"Pepe Puñales" de Manuel Lucas Adame

29.08.2021

En el año 2050, en el cogollo de una inmensa soledad desesperada, habitada por un hombre complicado y bajito que había dedicado toda su vida a la búsqueda intensa y atormentada del mundo de sus adentros, un día, después de un paseo logístico por entre sus pensamientos y circunstancias, decidió con determinación apartar de su vista los encantamientos que hipnotizaban sus sentidos y sacar la cabeza por entre el espinoso y enfangado mundo de su alrededor, cuando de repente sonó el teléfono;

- Hola, ¿se puede poner Juan Sueña? -dejó caer la voz sobre el silencio expectante y oscuro.

- Soy yo ¿Quién llama? -contestó Juan acariciando las últimas palabras.

- Pepe Puñales -dio de sí la afilada respuesta.

- Dígame ¿Qué se le ofrece?

- Emociones...ya sabe.

- Me suena negra su voz, ¿por qué yo?

- Por tu nombre. Juan Sueña...Sueña...Sueña...es un nombre sin lógica

- ¿Y eso le da derecho a...?

- Eso y algunas cosas más. Se me está perdiendo el respeto -dejó caer el representante de la vida disimuladamente- Nada, ahora iré a verte y entonces te apercibirás de "lo que vale un peine", tan pronto te acaricie con mi hondura.

Y así fue, el representante de la vida encontró a Juan, como siempre, despistado y soñando y entonces el afilado rayo de su mano entró bajo su vientre descuidado. El suelo se llenó de rojo oscuro y salpicó la calma de seguida.

- Todo al que yo visito -cantó Pepe Puñales- se ausenta de los sueños, es así. E inclinándose sobre él, fijando la mirada en sus ojos, le escupió realidades cubiertas de mentira.

Se acabó.

En un charco de sangre quedó Juanito Sueña y en seguida llegaron los de siempre: el corro de mirones, unos niños y, casi a las tres horas, la policía. Indagaron con extrañas preguntas pero la respuesta fue siempre la misma.

- Yo solo he visto cómo gritaba el mundo.

- ¡Bah! Eso pasa todos los días.

- A ver ¿y usted qué ha visto?

- ¿Yo? un corro de mirones y sangre, mucha sangre esparcida.

- Bueno, caso cerrado -determinó el sargento tirando su colilla.

Y allí quedó su cuerpo. Juan Sueña, amigo de ilusiones, de sueños y alegrías, espatarrado y frío, en mitad de la calle, bajo un montón de sucias realidades preñadas de mentiras.

Cambió el clima de la existencia por entonces de una manera tal, que se implantó licencia y documentación especial para todo aquel que quisiera, como Juan Sueña, dulcificar la vida con ilusiones rocambolescas y maravillosas. Se amontonó en el cielo una extensa y pesada realidad cúbica y fría, donde todo parecía de antemano tener una explicación lógica.

Y se prohibió soñar.

Imponiendo el destierro al transgresor, es decir, alejándolo del legítimo juego donde todos juntaban sus orgasmos.

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Imagen: Autor, CIRO MARRA