"Nuestro sauce llorón" de Txabi Anuzita Alegria

30.10.2020

Salí de la escuela con la cantinela en la cabeza. La maestra nos dijo al final de la clase que al día siguiente tendríamos que llevar una redacción que llamó "auto ficción". Corrí como alma que lleva el diablo dejando fluir mis pensamientos de aquella manera que tenía de evadirme y fui en busca de Esmeralda al bosque.

Cuando finalmente llegué me senté apoyando la espalda en el rugoso tronco de nuestro sauce llorón; cerré los párpados y grité: ¡Chichiricú! Dejé pasar unos segundos sin abrir los párpados, con la respiración acelerada y volví a gritar más fuerte aún: ¡Chichiricú! Silencio, hasta que oí un revoloteo conocido y me llegó ese aroma tan especial. Entonces entorné los ojos con un suspiro y nos miramos sonriendo.

De forma atropellada intenté explicar los deberes, le conté que debía redactar un "auto de ficción" y que me resultaba difícil imaginar qué quería en realidad la maestra.

- ¿Qué es eso, Esme?

Ella sonreía y hacía piruetas en el aire. Subía y bajaba de manera rítmica mientras emitía un sonido estridente.

- ¡No te rías! ¡Ven! - Dije enfurruñado- ¿Qué tengo que hacer?

Esmeralda se posó en la corola violeta de un pensamiento, y se quedó mirando mi pelo alborotado, el jersey azul de pico y la camisa blanca arrugada que colgaba sobre el pantalón gris; mis zapatos marrones gastados y polvorientos de los que apenas sobresalían un par de calcetines azules. Batió sus dos pares de alas transparentes, se sentó confiada en mi hombro derecho, cruzó sus diminutas piernas y me susurró al oído:

Esto que estamos viviendo, tu y yo ahora, en nuestro mágico sauce llorón, es la realidad, lo demás es ficción. La maestra es un sueño que revives cada día y los juegos con tus amigos en el recreo son historias imaginadas. Estamos tú, yo y el universo de nuestro sauce mágico. Vivirás un día no muy lejano en un mundo en el que las personas hablarán a través de pequeños aparatos con pantallitas y dejarán de mirarse a los ojos cuando paseen por la calle; todo lo que crean, lo que amen o lo que digan vendrá de esas pantallas; apenas se acariciarán y los abrazos se darán de manera imaginada, le llamarán realidad virtual, a esa sensación de ver lo que no existe y hacerlo real. No irán a clase, estudiarán en casa y los compañeros serán voces que vendrán de lugares muy lejanos. No habrá distancias, viajaréis de un lugar a otro casi tan rápido como yo, todo parecerá estar cerca, ser fácil y accesible. Cuando seas mayor nacerán bebés que saldrán de unos tubitos mágicos, se podrá elegir el sexo y el color del pelo y de los ojos. Desde las nubes unos diminutos aparatos nos vigilarán, nos controlarán y sabrán siempre dónde estamos. No habrá sauce llorón en el que esconderse. La vida será como una pesadilla, en todas partes habrá mucha gente y las personas se sentirán solas. - Se quedó mirándome y se dio cuenta que estaba enfadado. - Respecto a ti, pequeñajo, la vida será benévola y pese a tus sueños fantásticos y esa increíble imaginación que tienes los días serán amables. Serás querido, comprendido y protegido. Acepta la realidad, aunque te parezca pura ficción. Nada es lo que parece, nada dura para siempre y llegará un día en el que ya no podrás verme y yo no podré susurrar en tu oído. Se romperá el hechizo que nos une y la realidad será otra.

- No me creo nada de lo que dices, me estás mintiendo, ¿a que sí? ¡Tú y yo tendremos siempre nuestro sauce mágico, Esmeralda!

Le di un soplido tan fuerte que salió volando de mi hombro. Y corrí dejando fluir mis sentimientos de aquella manera propia que tenía de evadirme.

Nunca más volví al sauce llorón. Y ahora que os cuento esta historia con la urgencia de relatar recuerdos de mi infancia, me doy cuenta de lo importante que ha sido ella para mí; hay días que cuando salgo a la calle me recorre por la espalda un escalofrío esmeralda. La echo mucho de menos en esta extraña realidad que nos ha tocado vivir.