"Nuestro encuentro más cercano" de Adrian Zhimnay

06.09.2021

En una tarde de verano, cuando el brillante sol estaba en medio del despejado cielo. Un hombre de traje esperaba pacientemente el cambio de semáforo en una intersección de alta velocidad. Sin embargo, ese día el tráfico era bajo, solo había camiones de carga liviana. En medio de todo se dijo

- ¡¡¡Los veré el día de hoy!!!

Un grito se escuchó al otro lado de la acera

- !!!Mi hijo!!!! ¡No!

Sin vacilación saltó a la carretera para ayudar a un niño de unos tres años de edad. Un ruido estridente se escuchó. Eran los neumáticos de un camión rechinando en un intento de frenar el vehículo. De repente, se escuchó un ruido sordo. Una gran cantidad de gente se acerca al lugar.

- ¿Qué pasó? Salté para ayudar a un niño. No sé qué pasó después.

Al girar la cabeza lo observa sano y salvo.

- Qué alegría, logré salvarlo.

De pronto tiene la sensación de un líquido en su oreja izquierda. Acerca su mano. "Es sangre".

- Parece que me lastimé un poco. No importa, le explicaré lo sucedido.

La alarma de su celular empieza a sonar.

- ¡Cierto!!!. Mi reunión, tengo que ir a encontrarlos. Por favor, cuiden del niño -dice a las personas a su alrededor-, tengo una reunión urgente. Aprovechando un discreto lugar entre toda la multitud, sale con velocidad limpiándose la sangre que tenía. Al llegar a otro cruce, un hombre se le acerca. Vestía con traje a rayas. Con un sombrero pequeño que no dejaba ver su rostro. Colgaba una bufanda color negro alrededor de sus hombros. Con unos firmes pasos se acercó.

- He visto lo que has hecho allá, fue muy valiente de tu parte - habló con una voz grave y con ligero carraspeo.

- Muchas gracias, aunque no sé muy bien por qué lo hice.

- No sabes por qué lo hiciste- De repente, una gran carcajada es emitida.- Discúlpame, no era mi intención parecer que me burlaba de ti.

- Ah ¿No? ¿Entonces por qué fue que lo hizo?

- Mira, las personas a esta edad son egoístas. No piensan más que en su beneficio personal, son muy pocas la personas que realmente ayudan de forma desinteresada a alguien más.

- Ya veo. Aunque lo hice sin pensarlo, así que no sé si podría hacerlo otra vez

- Es lo más especial de todo, ese sentimiento es parte de ti, está impregnado en tu alma

- ¿Mi alma? De qué me está hablando

- Lo siento! -en medio de otra carcajada-. Ya soy viejo, a veces me dejó llevar.

- No se preocupe, ahora discúlpeme que tengo una reunión urgente.

- ¿Una reunión?. Acompáñame un momento, te invito a comer algo a un lugar que conozco, por tan heroica hazaña.

- Lo siento, tengo un poco de prisa.

- Vamos, luego podrás reunirte con ellos. Yo mismo te acompañaré luego.

- No sé por qué, pero siento que dices la verdad, tus palabras son muy acogedoras. Está bien.

- ¡¡Muy bien!!. Y en el camino podemos seguir hablando.

Así los dos caminan por la acera. La sombra de sus cuerpos poco a poco se desvanece en el horizonte. Antes de desaparecer se escucha un fragmento de la conversación

- Decidí acompañarte, pero... todavía no sé tu nombre.

- ¿No lo hice? Qué extraño, puedes llamarme Pedro. Así me conocen.

- ¿Pedro? ¿cómo el santo?. Por cierto ¿el niño y su familia estarán bien?

- Claro que sí. No te preocupes, seguro que están bien, seguro que sí...

Esa tarde en el noticiero se reportó lo sucedido:

" Está tarde se registró un accidente, donde un menor de edad intentó cruzar una avenida. Cuando un camión estuvo a punto de atropellarlo, fue salvado por un transeúnte. Sin embargo, esta persona sufrió un golpe en la cabeza, por lo que fue trasladado al hospital, debido a los golpes recibidos, y pese a los esfuerzos realizados. El hombre de media edad falleció. Más tarde se dio a conocer que se trataría del padre del pequeño. Tanto la madre como él salieron de viaje. Luego de tres meses separados se encontrarían de nuevo en un restaurante ubicado a unas cuantas manzanas del fatídico lugar...".

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Imagen: Obra del pintor Ciro Marra (Roma / Barcelona)