"Mi espejo" de Alejandro Manzanares Durán

20.10.2021

¡Perdón!, no sabía que estaba ocupado. A propósito..., ¿Quién es usted? El caso es que su cara me resulta conocida, seguramente de la tele, de algún programa de cotilleo porque son los únicos que consiguen evadirme; tan bien lo hacen que me duermo. Total, al despertar todo sigue igual. Si, me resulta usted muy entrañable. Espero no venga de Hacienda, yo sólo soy un pobre maestro jubilado que vive de su pensión.

Necesito hacer uso del baño, ¿va a tardar mucho? Le pregunto porque le veo ahí, delante del espejo, mirándome cual pasmarote, como si fuera un fantasma. Y, además, mudo, a menos que yo sea sordo... A estas alturas de mi vida no me extraña nada. Mi familia no me deja solo ni un minuto, dicen que ando muy despistado. ¡Muy!, como si eso se pudiera medir: ¿muy como una cabra, muy como un genio...?; qué manía tenemos los humanos por calificar y medir todo, hasta lo que no se puede. A ver, ¿Cuántos metros o kilos soy de despistado?

Bueno, amigo, tengo la vejiga como una bota de vino. ¡Decídase!, haga algo más que mirarme o váyase. Salga para que me alivie, espere en el pasillo, o mejor, váyase de nuevo al televisor, a mí me da igual con tal que me deje orinar tranquilo.

Últimamente en esta casa ocurren cosas muy raras: se pierden las cosas y luego aparecen donde menos te esperas, viene gente desconocida como usted y dicen ser quienes luego no son. Yo les sigo la corriente para que no digan que estoy loco, no me vayan a llevar a un sitio de esos donde te encierran con gente aún más rara.

No entiendo esa manía que les ha entrado a todos por preguntarme si sé quién es cada uno, o si me acuerdo de fulanito o menganito. ¿Se están volviendo locos, o me quieren volver a mí? El otro día vino un niño pequeño con un señor de mediana edad diciendo ser mi nieto y mi hijo. Menuda tontería, ¡cómo si no supiera que no tengo ningún hijo!

Como usted no se aparta, ahora yo me pongo de espaldas y así no tiene que salir si no quiere mientras yo hago lo mío, ya no puedo aguantar más. ¡Ahí voy!

¿Sabe otra cosa? Se la cuento entre tanto, es la mar de gracioso: esta mañana, sin darme cuenta, me puse el pantalón por las mangas y la mujer que me cuida, que dice que es mi hija, -yo le sigo la corriente, si ni siquiera estoy casado-, se enfadó mucho diciendo que ya no aguantaba más, que está harta de soportarme, que es inhumano cómo la trato. Mientras ella me vestía, me dijo también que hablará con sus hermanos seriamente para tomar una decisión conmigo y llevarme a un sitio donde me atiendan mejor. ¡Ya ves cómo está la gente amigo! Cualquier día de estos la despido y contrato a otra más amable y simpática.

Ahora, cuando venga a limpiar el baño se pondrá de mal humor, dice que no apunto bien y le mancho todo. Porque tengo educación y vergüenza, si no, le diría que de eso nunca se han quejado las mujeres que he conocido cuando era joven. ¡Ja, ja, ja! Yo mala puntería...

Bueno desconocido, ya estoy terminando, al final voy a pensar que es usted mudo, no ha dicho ni una palabra mientras yo hablo como una cotorra. A veces prefiero que la gente no hable, a la mayoría no las entiendo, parece que hablan chino, entonces me levanto y me voy de viaje a Canarias con los compañeros del trabajo. Pasamos unos ratos muy buenos en la playa mientras nos bañamos, y luego, me voy a la cocina antes que se enfríe la comida y se enfade la mujer esa que me controla.
¡Uf, que alivio!, ya he terminado, ahora me daré la vuelta y...

¡Anda, ya se me olvidaba!, otro cabreo más si no tiro de la cadena. Dice que tampoco lo hago, creo que me quiere volver loco.

¡Hala, ya está! ¡Pues menudo ruido hace, como para olvidarse!

Espejito, ¿sabes a dónde se ha ido el señor de antes, ese que estaba mirándome?

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Imagen: Obra del pintor Ciro Marra (Roma / Barcelona)