"Memoria del tiempo", de Manuela Doñas Navas

Caminaba por la calle distraída, sin rumbo fijo. En unos días su vida había cambiado tanto que le resultaba difícil reconocerse en esa mujer que ahora no sabía hacia donde dirigir sus pasos.
Habían sido unos días muy difíciles para ella. Desde que dejó de trabajar y estaba jubilada, no se reconocía.
¡Qué diferencia de cuando no tenía tiempo ni para pensar!. Pero quizás era eso lo que ella quería: no pensar. No pensar en el pasar de los días.No tener tiempo para reflexionar en el pasar del tiempo y sus consecuencias.
Hacia ya tanto que había dejado de soñar que ni se acordaba de lo mucho que disfrutaba haciéndolo.
De pronto, se vio a sí misma en un campo cercano a su pueblo, era un feraz valle del Guadiato. Llevando a la espalda una saca recolectora.
Había empezado a llover. Otras personas hacían lo mismo que ella, sobre todo mujeres, muchas jóvenes con niños en su espalda.
Recogían verduras y semillas, que serían el sustento de la tribu.
De pronto aparecieron los hombres, portando armas toscas, bastante primitivas. Perseguían a un jabalí. Poco a poco las mujeres, los niños y los ancianos se replegaron en una cueva, al borde de la montaña.
Desde allí vieron como acorralan y mataban al animal. Tras desollar lo con un hacha de piedra lo portearon a la cueva colgando por las patas atadas a un leño.
Y llegado el momento lo asaron sobre piedras calientes y acompañado de semillas y verduras, lo consumieron con avidez. Pues hacia muchos días, quizás semanas, que no consumían carne.
Llegado el momento, cada miembro del grupo se retiró al lugar que se le tenía asignado dentro de la cueva.
Vio a todos durmiendo y compartiendo un lugar en ese espacio y, por un momento, se sintió muy feliz.
Así había vuelto de nuevo a ser la mujer que un día fue: contenta de ser ella misma, en su propia piel, en la piel de los que pueden compartirlo todo sin perder nada, solo pensando que la cercanía nos hace mejores a todos.
Así pensó que lo que la hacía infeliz era pertenecer a una comunidad exclusivista, poco igualitaria y poco dada a dejarse conocer.
De esa manera pensó que necesitamos mucho unos de otros, aunque tendemos a no reconocerlo.
Por eso, automáticamente se dirigió hacia el comedor social dispuesta a ayudar en todo lo que pudiese.
Y se sintió muy bien.