"Manuscrito de despedida" de Francisco Javier García Ballesteros

22.08.2022

"Estoy harta de mi vida vacía, colmada de labores de un hogar diáfano, anodino y muerto en un abismo de incomunicación aprehendida con el paso del tiempo. Encerrada en mi diminuto universo de rutina gélida. Estoy harta de esperarte en casa hasta altas horas de la madrugada. Harta de tus reuniones, de día, de noche, de tus oscuros negocios, de tus lujos pagados yo qué sé con qué dinero y de tus regalos sin sentido, huérfanos ya de cariño. Son sobornos con los que crees seguir poseyendo mi corazón. Pero la razón me dice que mi casa es un huevo huero y un cascarón perfecto con vistas al exterior. Aunque espero encontrar algo dentro, no hay nada. Cuán engañada me siento desde aquel día en que accedí a casarme contigo. Soy presa de la incomprensión cada vez que guardas silencio cuando te pregunto si me quieres, al menos igual que aquel día. Te has vuelto frío y distante, superficial a medida que alimentabas y acrecentabas tu ego con cada victoria empresarial, o con cada éxito económico a golpe de billete o transferencia. Te subiste al podio de tu orgullo, venciste los obstáculos con tu prepotencia y conseguiste tus objetivos uno tras otro, sin importarte el precio que pagaría tu matrimonio, a causa de tu vil arrogancia y tu sublime ausencia, insalvables para mí. Ni tan siquiera me has dado la posibilidad de que un hijo ilumine mi camino y no solo me culpo por ello, sino que también pienso que estoy al borde de odiarte. Ya ni te molestas en mirarme, en sentir mi piel, ni mi cuerpo. No me dices nada. No te fijas en que ya no llevo el anillo, visible encima de la mesita de noche desde hace tiempo. En la cama cierras los ojos y no me haces el amor, como al principio. No duermes para descansar, sino porque prefieres cerrar los ojos para no ver.

¿Acaso crees que no sé que me engañas con otra? Se cobran caras mis furtivas miradas a tu móvil cada vez que vibra, con mensajes recurrentes de un número desconocido tras la cena a la misma hora, siempre a la misma hora. Hasta aquí ha llegado mi paciencia. Me marcho lejos de tu mundo en el que solo te quieres a ti mismo. No quiero seguir mirando atrás, a partir de ahora tomo mi camino yo sola. Hacia adelante. Me marcho por tu bien, porque ya no cumplo ningún papel en tu felicidad. Me marcho por mi bien, porque debo recuperar la mía sin ti. No me busques, no me hallarás...

Ya por último, no sé si devolverte la fortuna que ingresaste en mi cuenta, para que salieran bien tus chanchullos, para ocultar tu patrimonio opaco. Quizá lo mejor sea cobrarme una indemnización por estos largos años de tedio y frialdad emocional que me has hecho sufrir. Creo que optaré más bien por la segunda opción, quizá solo así valores lo que has perdido.
Adiós o hasta nunca..."

Sus dedos terminaron de surcar la última línea del papel. En ese momento, las manos temblorosas de ese hombre plegaron el manuscrito dentro de su palma. La lectura de la misiva le había hecho sudar. No era la soledad la que le abrumaba, sino la frustración de observar que todo lo que apostó por aquella mujer se esfumaba con ella. Aún peor era la idea de que aquel giro inesperado destapara la red de empresas fraudulentas con las que había ocultado todo el dinero, en poder de su esposa. La cárcel le estaría esperando.
Días más tarde, la policía le encontraba sin vida, embutido en su albornoz de seda, sentado en su sillón. A su lado, una mesita de roble sostenía un vaso de whisky y con su mano agarraba firmemente una arrugada bola de papel. Ahora su fallecimiento abría otra línea de investigación, la del paradero de la autora de aquel desesperado manuscrito.

••••••••••
Imagen: Obra del fotógrafo José Carlos Nievas (Córdoba / Murcia)