"Los monstruos" de Isabel Hernández

08.08.2021

Celia imaginaba emocionada a esas madres que navegaban en los barquitos de papel, tras depositar toda su efímera fortuna, en las manos sucias de los monstruos, que resurgían de los lugares recónditos del fondo de los volcanes y quemaban todas sus ilusiones, que quedaban salpicadas entre las cenizas de la lava incandescente. Recordó con angustia la historia reciente acaecida a Lina, y las lágrimas bañaban su cara sin poderse contener. Lina reunió la cantidad exigida de caudal, a fuerza de labores inhumanas durante bastante tiempo, para llevar a sus dos niñas a la tierra prometida, sin saber los tenebrosos túneles que le esperaban en el camino.

El miedo, el llanto y la desesperanza se apoderaron de sus sueños y la luz oscura invadió su horizonte cuando las olas gigantes atravesaban su nave y la zarandeaban hasta el punto de que desprendían a sus hijas de su cuerpo. Las llevaba atadas con una cuerda a su cintura, por temor a que se soltaran como había sucedido a personas en otras ocasiones, según le relataban las compañeras que compartían la travesía. Más de una vez se vio saltar por los aires a niños y bebés que desaparecían en la negrura de las profundidades de las aguas de los mares, y nunca se supo de su rescate, porque a pocos monstruos les importaba ni afectaba esos sucesos desgarradores, que se narraban casi a diario por las pantallas luminosas. Lina alcanzó la orilla de sus sueños y gritaba con desespero, con los brazos alzados al cielo evocando a sus dioses y agradecida de que lo había logrado, pero debió pagar el precio más alto de su existencia. Una de sus niñas, la más pequeña, llegó calladita, quieta y sin respirar y, aunque la reconfortaron y la avivaron al llegar en la misma arena, no le quedaban fuerzas y sus ojitos no se pudieron abrir, ni siquiera para contemplar el azul del cielo de la tierra prometida.

••••••••••
Imagen: Autor, CIRO MARRA