"Leoncio y su amor" de María Luisa López Sánchez

17.09.2020

Leoncio se despertó algo más tarde de lo habitual, había pasado mala noche, el día anterior había recibido una llamada de la Residencia donde cuidaban de su querida Emi, ya hacía tres años, desde que el Alzheimer impidió que la siguiera cuidando él.

Le avisaban de que debido a la pandemia habían suspendido las visitas a los residentes, '¿Pero...? yo soy su marido, ¿ni siquiera yo voy a poder visitar a mi Emi?' La respuesta negativa al otro lado de la línea, le dejó sin palabras, un nudo en la garganta le impedía hablar. La secretaria de la Residencia siguió hablando ante su mutismo, le explicaba que tomaban esas medidas por el bien de todos, que eran necesarias, pero que en cuanto se desconvocara el confinamiento, le avisarían para que volviera a ir. Tenía que comprender, eran normas de las altas instancias.

El hombre apenas pudo balbucear que sí, que lo comprendía. ¿Qué remedio le quedaba?, pero el nudo se le iba bajando hacia el corazón.

¿Qué sería de su Emi, sin sus visitas diarias?, ¿quién le atusaría el pelo, quién le daría la merienda mientras le preguntaba si se encontraba bien?...

¿No echaría ella de menos los versos que le recitaba al oído?, aquellos que escribió para ella cuando él estudiaba Derecho, y ella iba a una academia de secretariado bilingüe...

Y llegó el esperado momento

De vez en cuando sonaba el teléfono, y alguno de los hijos le preguntaba qué tal estaba, y le animaba diciendo que ya quedaba menos. Pero él callaba que se encontraba muy solo, y que a veces las lágrimas se le escapaban, cada día era más sentimental, no lo podía evitar.
De pronto un día sonó el teléfono, y como era temprano se extrañó, sus hijos no solían llamar tan pronto. Al descolgar, escuchó la voz de la secretaria de la Residencia, y su corazón dio un brinco, ¿Cómo estaba Emi, le había pasado algo? La voz del otro lado de la línea le tranquilizó, ella estaba bien, pero le llamaba para darle una alegría, ¡por fín podría volver a visitarla!

- ¿Sí, de verdad?- se entrecortaba preguntando, casi como un adolescente, mientras reía nervioso por la emoción-. ¿Puedo ir esta misma tarde?

Y al escuchar la respuesta afirmativa, casi dio un brinco entusiasmado. La voz femenina le recordó el protocolo a seguir, que llevara mascarilla de las seguras, desinfectarse las manos, etc.

- Sí, sí, no se preocupe, que tendré el máximo cuidado, soy una persona responsable- respondió él.

La visita de Leoncio

Aquella tarde, a las cinco en punto, tocaba el timbre de la Residencia, la portera le abrió y se quedó asombrada ante aquel setentón trajeado como para ir a la Ópera, luciendo un perfecto afeitado, y con un precioso ramo de rosas rojas en su mano derecha.

- Vengo a visitar a Dña. Emilia- dijo él sonriendo ante la cara de lela que observó en la otra.

- Pase, pase- acertó a decir la portera- está sentada en el jardín.

Cuando Emi sintió silbar aquella melodía a sus espaldas, se quedó pensativa por unos instantes, luego se giró, y al ver a su marido tan apuesto, con aquella sonrisa, ofreciéndole el ramo de rosas rojas... tuvo un momento de lucidez, y con el rostro arrebolado exclamó:

- ¡Leo, mi Leo!

Leoncio reía, por dentro de la mascarilla, y la auxiliar que la cuidaba no pudo contener las lágrimas. Aquello fue muy comentado y hasta el médico, explicó que afortunadamente, el amor seguía obrando milagros.