"Las bibliotecas" de Juan Cruz Lara

08.08.2021

Entre las manos sostengo un viejo libro cuyas hojas parecen estar caducadas a juzgar por el tacto con que mis dedos suavizan sus letras. Éstas marcan un ligero relieve que anuncia el desgaste del papel y, en consecuencia, la ligereza con que debo pasar las páginas. Una robusta silueta, que deja ver sus estilizadas piernas desnudas, entra a la pequeña habitación reconvertida en biblioteca. Es mi pareja, con la que llevo conviviendo más tiempo del que puedo recordar. Me dice que me dé prisa si no queremos llegar tarde al teatro, donde se representa una obra dirigida por un amigo común. No tengo mucho entusiasmo en acudir a la cita y prolongo la espera todo lo que puedo; a ver si entre página y página pasa el tiempo y se da cuenta de que lo último que quiero hacer es ir a una función. Su mirada se posa en mí con tal fijación, que puedo leerla sin esmerarme demasiado. Bajo la vista y me dejo guiar por las precisas líneas que parecen estar en suspensión sobre la superficie de un lienzo. No surte efecto mi estrategia porque sigue esperando a que dé señales de que he recogido el mensaje. No digo nada. Ya sabe que mi respuesta a su mandato no le va a gustar y, por tanto, decido callar. No es necesario hablar porque los gestos oculares y las posturas corporales lo dicen todo. Dirige su mirada al libro que sostengo entre las manos. Es una mirada diferente, de circunstancia; parece que me está leyendo el pensamiento. Dejo el volumen sobre la estantería polvorienta para retomar más tarde su lectura y apresuro mis pasos hacia ella y le susurro al oído -me voy a la biblioteca- se queda mirándome sin pestañear y le explicó con gran delicadeza que las bibliotecas son lugares silenciosos donde refugiarse de este mar humano que se mece con los días y atropella nuestra visión tranquila del mundo; un mundo sereno que ya solo existe en la interioridad de nuestra mente. Afortunadamente -le espeto-, aún quedan universos revestidos de papel donde esa tranquilidad que anhelamos no es difícil de encontrar. Por la quietud de sus pasillos caminan los fantasmas, los guardianes invisibles de los pensamientos, los eruditos de otros tiempos, los mecenas de las letras, los adalides de la pluma más fina y los recolectores de las ideas más variopintas. Adentrarse en este cosmos es viajar a tiempos pretéritos, es introducirse en las mentes más increíbles que el mundo fue capaz de dar, es descubrir el pensamiento humano bajo todas las formas imaginables y es, sobre todo, paz y tranquilidad. Caminando por este silencio podemos encontrarnos con Shakespeare, Balzac, Platón, Aristóteles, Cervantes y tantos otros grandes, que parece irreal que todos quepan en el espacio que ocupamos y por donde paseamos el sosiego que nos da el lugar. Hay una cosa que todos ellos tienen en común: sus pensamientos reposan indelebles sobre los estantes, que soportan estoicamente el peso de tanta grandiosidad. Finalmente acudimos los dos a la biblioteca.

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Imagen: Autor, CIRO MARRA