"La quiero a morir" de Luis Garrigues Esteve

29.08.2022

Sueño con ella, en cómo mueve sus pies tumbada sobre la arena de la playa, y en cómo yo la miro fascinado. La escucho con atención con la esperanza de que algún día, por fin, se le escape algo, una señal, un asa donde agarrarme y que me permita ascender a un nivel superior.

Quiero morder sus labios, amarla, sentirla, hacerla mía y no perderla jamás. Nunca conservé nada mucho tiempo, pero ahora sé que es diferente, que merece la pena ilusionarse, que debo lanzarme. Carraspeo y las palabras no llegan a mi garganta, que ahora está completamente seca.

El tiempo pasa, ella sigue igual ante mis ojos, guapa, elegante, distinta, sonriente, y sigo queriendo morder su boca, desnudarla, sentir su cuerpo rozando el mío. Estoy seguro. La amo. De hoy no pasa, debo confesarle lo que siento, no puedo seguir por más tiempo así. Las mariposas existen, no eran un recuerdo irreal, las siento revoloteando por mi estómago.

Hemos quedado para cenar, dice que tiene algo que contarme y pienso que es casualidad. De hoy no pasa. Se lo diré en cuanto la vea. Apuro la copa de vino para llenarme de ese valor que siempre me ha faltado.
Repito entre murmullos: "te quiero, te quiero, te quiero", y me hago a la idea de que voy a triunfar, de que es merecido. Me merezco cosas buenas y ella lo es. Es mi hora, mi momento.

Por fin la veo, lleva un vestido negro y corto con los hombros al descubierto. Su pelo es liso y negro como la noche y no sé cómo, pero realza su belleza aún más si cabe. Me dedica una sonrisa, y antes de sentarse, me da dos besos. La noto nerviosa. Me dice que espere un minuto antes de pedir, que no viene sola.

Maldigo mi suerte. Bueno, igual se va pronto. No está todo perdido. La noche es joven y yo también, de espíritu, pero joven.

Voy al aseo y al volver, junto a ella, lo veo a él, sonriendo, con el brazo rodeando su cuello. Ella, mirándolo con una sonrisa deslumbrante...

Me siento junto a ellos, ya sé que se llama Joaquín, que es empresario de no sé qué mierdas y tampoco me importa. Solo acierto a excusarme. No puedo permanecer más tiempo allí junto a ellos. Maldigo mi estómago -lleno de mariposas moribundas-, mis dolores y huyo del local.

Después de esta noche no la volveré a ver. Lo he decidido en cuestión de segundos. Me pierdo por la ciudad, una ciudad en la que hasta el silencio se burla de mi soledad.

Nunca volveré a enamorarme, no puedo permitirlo.

Eso dije la última vez, pero ella me animó a volver a sentir. No debió hacerlo. Ahora es tarde, demasiado tarde.

Pronto acabaré con sus mariposas. Pronto...

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Imagen: Obra del fotógrafo José Carlos Nievas (Córdoba / Murcia)