"La próxima fantasía" de Ana Isabel Martínez Díez

28.09.2020

Toda la vida juntos, y nunca lo habían hecho en la bañera. Pero aquel día decidieron no dejar pasar la ocasión para más tarde, y por fin se dispusieron a preparar la escena como si hubiera algo que celebrar.

Para ella los preparativos siempre fueron importantes, para él aparentemente no, pero al final disfrutaba de ellos igualmente. Encendieron velas e inciensos que desprendían aromas afrodisíacos que nada aportaban a la excitación que ya sentían, por el hecho de hacer realidad una de sus fantasías más pueriles. El agua a la temperatura perfecta, ni muy fría ni muy caliente, calor ya lo ponían sus miradas que a pesar de los años de convivencia, nunca dejaron de brillar cada vez que se amaban. De repente ella recordó aquel regalo que una paciente le hizo a modo de agradecimiento por su buen hacer profesional, un espantoso recipiente con una botellita de sales de baño y una bola de espuma que ni era redonda, ni hacía tanta espuma como se esperaba, pero en ese romántico momento tan esperado desde la adolescencia, la espuma era lo de menos.

Y el juego comenzó como tantas veces, con mimo, con ternura, con absoluta complicidad. Recorriendo cada rincón de sus cuerpos, solicitándose las mismas bellezas susurradas de siempre que tanto les gustaban, como el cuento que en la niñez deseamos que nos cuenten una y otra vez. La excitación aumentaba al ritmo que las caricias se incendiaban, a pesar de la humedad interna y externa. Se abrazaban, se besaban, resbalaban entre la espuma, se retorcían de placer y al fin, tras un intenso galopar, ella celebró a gritos el tremendo orgasmo al tiempo que notaba cómo su cuerpo se paralizaba poco a poco tras sentir un pequeño pinchazo en el lado izquierdo del cerebro. Entre el éxtasis y la parálisis que avanzaba lentamente, su instinto hizo aparecer de golpe todos los conocimientos de su amada profesión y con la lengua torpe, casi sin poder articular palabra consiguió decirle a su compañero:

- Cariño, llama una ambulancia, me está dando un ictus.
Riéndose aún y reprochándole que hablara de trabajo en una situación como aquella, tardó apenas unos segundos en pasar del gozo al pánico al comprobar que efectivamente el cuerpo de su amada era ahora más pesado y aquel brazo que colgaba como muerto de la bañera, hacían pensar en lo peor. Como pudo, salió de la bañera y consiguió sacarla a ella y ponerle el albornoz rosa que habían dejado preparado en el perchero, avisó a emergencias y se activó el "código ictus".

Dos horas después, en el hospital se confirma una malformación genética en el circuito de vasos sanguíneos que irrigan el cerebro, que al estallar provocaron la hemorragia. Lo que nunca podrá confirmarse es si el estallido fue por la excitación, el orgasmo, o las múltiples posturas que inventaron dentro de la bañera.

Ya en la unidad de cuidados intensivos y aparentemente fuera de peligro, ella recurrió a todos los recursos que conocía, más allá de la medicina convencional. Cerró los ojos y comenzó a respirar profundamente para poner en marcha las técnicas de control mental que le permitirían alcanzar un estado de relajación y pensamiento positivo, para ayudar a los tratamientos que la estaban administrando a contener la hemorragia. Y entonces volvió la escena, la sensación del agua calentita, la suavidad de la piel, los cuerpos que se funden, las caricias, y de repente... ¡stop!, había que parar aquello no volviera a provocar otro estallido. Ahora tocaba recuperarse, para poder disfrutar al máximo la próxima fantasía.