"La pluma de nácar" de Adolfo Olmedo Guarnido

26.08.2022

Ayer encontré en la página 68 del libro "Brooklyn Follies" de Paul Auster esta carta...

"Cómo olvidar aquellas letras que, cuando eras un niño, tu madre te enseñó a dibujar. Recuerdo aquella pluma de nácar deslizándose por el folio en blanco, dibujando letras de una belleza absoluta. Yo, cada principio de curso, esperaba impaciente que escribieras mi nombre en los libros de texto y presumir en el colegio. Mis compañeros de clase envidiaban aquellas letras góticas que tú, mi padre, escribías con tanto amor ".

Son recuerdos de una infancia feliz y de un niño tímido que soñaba con poder, algún día, dibujar aquellas letras que mi abuela, Gloria, enseñó a su hijo, mi padre.

El encontrar la carta fue la excusa perfecta y no pude ni quise evitar volver a la casa al final de la calle después de mucho tiempo. Escucho las campañas que dan las diez de una mañana de verano, abro la puerta, la luz entra como un rayo y vuelvo a ver la gran escalera de mármol blanco. Subo a la primera planta y, directamente, entro en el dormitorio de mis padres que está tal y como yo lo recordaba. La cama, el armario inmenso, el tocador y su espejo compañero, el joyero de mi madre, el perfumador, el jarrón de porcelana, los cuadros con fotografías de la boda y sus marcos dorados, las mesitas de noche y la caja de madera en la que mi padre guardada el enanito de barro y la protagonista de esta historia, su pluma de nácar.

La casa al final de la calle ha estado demasiado tiempo en silencio; el tiempo y la soledad consiguen una casa sin vida que no es un hogar y que, sin duda, hay que devolverle todo o parte de lo que nos ha regalado.

Fue un viaje en el tiempo a unos recuerdos que guardaré en mi memoria para siempre y que, hoy, comparto contigo.

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Imagen: Obra del fotógrafo José Carlos Nievas (Córdoba / Murcia)