"La oscura historia de Víctor y Eva" de Isidro Moreno Carrascosa

12.08.2021

No debí abandonar la estructura original de mi novela, pero al ser novato en el género pensé que sería normal encontrarme con desajustes en el armazón o con el descubrimiento de nuevas vías y giros que podrían enriquecer la trama.

Había optado por escribirla en primera persona, lo que implicaba una inmersión absoluta en el azorado mar sentimental del protagonista. Sin darme cuenta me fui convirtiendo en esclavo de mi argumento.

A diario me enfrentaba ante una nueva línea en blanco y sin conocer los derroteros por los que me llevaría la oscura historia de Víctor y Eva.

Deduje varios engaños amorosos de él que, con múltiples mentiras, consiguió disfrazar, pero ahora empezaban a dar forma y a encajar en el puzle de la historia. Eva, en contra del guion original de mi novela, comenzó a dudar de las intenciones de su pareja. Entre otros descubrimientos estaba claro que si no le había revelado el lugar, ni siquiera el país donde huirían tras la venta de las obras de arte robadas, es que Víctor pretendía fugarse con las ganancias y con alguna de sus amantes.

Eva, desencantada, harta de mentiras y sospechando la traición, optó por no realizar reproche ni comentario alguno a Víctor, aunque sí tendría que burlar sus planes. Se juró a sí misma que no se dejaría estafar por nadie y sería ella quien llevaría la operación a buen término.

Yo la "dejé hacer". Cambié al narrador en primera persona y protagonista por el omnisciente que todo lo sabe. Ya nada se parecía a la idílica pareja de gánsteres de mi inicial argumento, pero la historia fluía.

Ella recabó información de cuentas y claves bancarias, de nombres de intermediarios, de marchantes de arte, de falsificadores y, además, se hizo con un arsenal de libros de plantas medicinales y fórmulas para creación de venenos.

Inició su perverso plan con el despecho de una mujer indignada. Debería iniciar negociaciones paralelas en la venta de las obras robadas. Además, necesitaba acertar con el sutil envenenamiento que, de forma progresiva, inadvertida y sin sospechas, acabaría con la vida de Víctor.

Llevo más de cuatrocientos folios escritos. Son muchos los sentimientos encontrados, de amor, odio, celos, codicia, remordimiento... También son muchas las sorpresas que me he desvelado y que yo mismo había creado, claro. He pasado largas horas en blanco tras un punto y aparte. Cada día la historia me arrastra a su antojo hacia unas situaciones que ayer eran insospechadas. Sé que no debo desobedecer la estructura argumental previa, pero esta vivencia me ha enganchado a la trama como un cocainómano se aferra al polvo blanco. Anoche tuve un tórrido sueño con ella. Por pudor aún no lo revelaré. En el último capítulo de la novela desnudaré mi alma, narraré mis húmedos sueños e intentaré perfilar la barrera onírica que en muchas ocasiones se me desdibuja.

Para escribir y detallar de la manera más real y creíble, he recorrido paso a paso los itinerarios de mis protagonistas; me he rociado con sus perfumes; he fotografiado rostros para asignarlos a todos mis personajes y hasta he probado las comidas elaboradas por Eva; por cierto, también con los putos productos letales añadidos que, lamentablemente, deben ser los que en estos momentos me están retorciendo las tripas, me provocan arcadas vacías, me aceleran el pulso, me nublan la vista, me impiden tomar aire. No sé si...

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Imagen: Autor, CIRO MARRA