"La Nochenueva" de Fernando Tresviernes

12.09.2022

Javier era un sesentón que fue abandonado por su mujer al comienzo del año dos mil veinte. A las pocas semanas comenzaría el duro confinamiento tras la declaración oficial el 13 de marzo de la pandemia del coronavirus en España.

Se fue solo y repudiado a refugiarse de su soledad en el apartamento de la cercana capital que había comprado con sus ahorros años atrás. Ella quedaba triunfante en su recién reformado dúplex librándose de su hasta entonces esposo. Ahora él debía comenzar a vivir sin compañía alguna en aquella pequeña urbanización donde no conocía a nadie. La mayoría de su nueva vecindad eran matrimonios jóvenes con alegres e inquietos hijos pequeños.

Por ello se sintió como un náufrago recién llegado a un nuevo continente.

• En medio del desierto de su soledad

Apenas tenía contactos con ningún vecino y encima en seguida comenzó el duro confinamiento con estrictas normas y horarios reducidos.

Además en su anterior vida de matrimonio se había adaptado a su esposa de tal manera que casi solo se relacionaban con las amistades de ella en aquella pequeña ciudad costera. Por lo tanto sus pocas amistades personales de soltero se habían ido difuminando con el tiempo.

Ahora en la gran ciudad hacía esfuerzos por socializarse con su nueva vecindad. Sin embargo no había similitud ni por edad ni características comunes con las numerosas parejas jóvenes de la urbanización.

Trataba de que no decayera su ánimo con la esperanza de que llegaran tiempos mejores. Sin embargo la nueva situación del comienzo de la pandemia le mantenía aún más solo encerrado entre las cuatro paredes de su apartamento.

Escuchaba las risas y gritos alegres de los niños del bloque, también algunas discusiones de parejas, así como los sonidos de las duchas o las bajantes de los cuartos de baño de la planta superior.

• Tiempo de navidades

Meses después llegaron sus primeras navidades solitarias que afrontaría haciendo frugales cenas o almuerzos de Nochebuena y Navidad. Se acercó a hacer la compra en el supermercado junto a su casa dentro de la franja horaria asignada a su grupo de edad.

Continuó el encierro sin ver a nadie durante los siguientes días hasta las vísperas de Nochevieja, resignado a pasarla sin más compañía que la televisión. Se preparó una sopa caliente que su poca experiencia de cocinero le permitió, como segundo plato pondría lonchas de salmón con escarola, aceitunas negras y tomates "cherries". Abriría una botella de vino blanco frío y en un cuenco colocaría las doce uvas sin semillas para hacer el ritual del cambio de año.

• Aquellos sonidos que llegaban de fuera del piso

Esa noche mientras estaba en su pequeña cocina escuchaba la subida y bajada del ascensor, risas de niños, puertas que se abrían, saludos entre familiares y poco más tras cerrarse sus puertas.

Estaba ensimismado preparándose su cena del último día del año cuando le pareció oír el timbre de su casa. Sin estar seguro fue a abrir pero no encontró a nadie fuera. En el suelo vio una bandeja con pequeños "tuppers" cubiertos de papel aluminio y un mensaje en una nota de papel.

Se agachó para poder leer el texto del mensaje, "Feliz Año Nuevo te desean tus vecinos". Entonces se deslizaron de sus ojos unas lágrimas de emoción que enternecieron su corazón.

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Imagen: Obra de la pintora Rosa Salinero (Vitoria / Ciudad Real)