"La noche mágica" de Manuela Doñas Navas

30.10.2020

Fue una noche de San Lorenzo. Un grupo de excursionistas se reunieron para ver la llamada "Lluvia de Estrellas", en un punto Starlight, cercano al pueblo y situado en una llanura que llaman La Nava.

Para acudir al lugar señalado tuvimos que andar, unos cuatro kilómetros, cuesta arriba, subiendo una pendiente llena de pinar y arbustos de monte bajo.

La noche era clara, pues había luna llena, pero aun así costaba ver el tortuoso sendero que forman unas escaleras naturales holladas, desde tiempos inmemoriales, por los burros que llevaban el avituallamiento a los cortijos que, ahora, permanecen como casas rurales o de fin de semana para sus dueños.

Hablábamos en voz baja, un poco queda, porque nos dijeron que había reses sueltas.

Y, cual fue nuestra sorpresa, cuándo nos vimos enfocados por los ojos de una vaca enorme que mugió, posiblemente molesta, por nuestro ruido al pasar, pero que se quedó separada de nosotros por el alambrado que recorría el camino.

Y, tras dejar atrás las reses y la cuesta, avistamos el altiplano de La Nava.

El cielo apareció, cuajado de estrellas, con la Luna coronándolo y con las Constelaciones cerrando la cúpula celeste (Osa Menor, Osa Mayor, Tauro, Orión, Leo, Escorpio, Canis Mayor, Casiopea....).

La noche tenía un tinte azulado y, de pronto, corrió un aire frío que lo impregnó todo, incluidos nuestros cuerpos. Pero como no sucumbir ante tanta belleza.

Las figuras de las encinas parecían tenues fantasmas, acompañantes calladas del espectáculo que comenzó casi al momento de detenernos.

Y fue como si todo el cielo se iluminara con infinitos puntos que caían, unos tras otros, formando la llamada Lluvia de Estrellas.

Todos estábamos callados y anonadados, además de con el cuello ligeramente dolorido, de mirar, continuamente, para arriba.

Qué pena que, para que ese fenómeno se produzca, tengan que morir esos cuerpos celestes que llamamos estrellas, tan lejanas y tan cercanas a la vez.