"La mochila" de José del Castillo Domínguez

12.09.2022

Saben ustedes que mi mochila lleva una semana sentada en el sillón, y no es por que no tenga yo ganas de que se levante y se valla a su sitio, no, es ella la que me aparta la mano, es ella la que me mira con la cara de buena -eso que es negra como el color del luto, elegí yo- y no tengo más remedio que dejarla ahí, porque la intención que tiene es que la saque de viaje, claro, -tiene una cara que se la pisa- pero bueno, aunque estoy un poco cansado, la sacare a dar una vuelta pronto, no nos queda otra a los dos que movernos un poco, no estar tan apoltronados, no lo creéis.

Al cabo de unos días, de improviso, tuve que partir, cómo no, tuve que preparar, la alicaté un poco, le entré las cosas que tendría que llevarme, ella me sonreía con tristeza, sabía según lo que entraba en ella, según sería el tipo de viaje, y así fue, la cargué en demasía y se quejó, no quería abrochar la cremallera, tuve que reordenar y pedirle el favor por las que esta circunstancia obligaba. Así los dos nos fuimos con esa incertidumbre de lo acontecido, donde la luna se presenta tenebrosa.

Una vez en el sitio, donde todos los huesos se ajustan al romperse, la dejé sobre un sillón de la habitación para que descansara, me miró con alivio, y yo también me alivié de cargarla. Al final todo fue un susto menor la caída del andamio de tío Pepe; ahora a esperar con toda la prudencia para que el restablecimiento no suponga una tragedia, y si un avistamiento del fututo hacia una vida más agradable le supusiera.

Me tuve que quedar con el tío unos meses en mi casa, no pasaba nada, se valía por si solo una vez que salió del hospital, pero sus piernas aún estaban algo flojillas. Me decía muchas veces que recogiera la mochila, que la colocara en algún sitio que no fuera un sillón, y yo le contestaba, que ella no quiere, que siempre esta dispuesta a viajar, pero como no puede ser ahora, está un poco cabreada, mi tío cuando le decía eso me contestaba, que no era normal, cómo una mochila va a estar dispuesta, si es un objeto, si no habla. El pobre no lo comprendía, y yo así también lo hacía rabiar un poco con mi cabezonería, intentando que la comprendiera, cosas mías. Un día me la lleve al trabajo, era el día de mi cumpleaños, y a la vuelta le comento al tío Pepe, has visto, cómo esta de contenta hoy la mochila, y él con la ironía me dijo, y yo también de no verla en el sillón todo el día.

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Imagen: Obra de la pintora Rosa Salinero Rojas (Vitoria / Ciudad Real)