"La mancha" de Luis Belda Benavent

21.08.2022

Una mancha negra cae al suelo desde un libro, agrupa todas sus gotas y se desliza hasta la esquina de un portal. Allí resurge reptando sobre los ladrillos de la calle. Al alcanzar la altura de un adulto, reposa unos minutos y se desprende de la pared, como un ave fénix. Ahora, nadie diría que no es un hombre. Viste una gabardina clara, pantalones oscuros de buen corte y un sombrero Borsalino de ala corta. Todavía tambaleante, se la ve fumar camuflada entre la gente de la Quinta Avenida. Se detiene frente a una librería de amplios ventanales y, aunque parece dudar, entra y se acerca al estante que anuncia las ediciones de novela negra. Lentamente, repasa los libros y se sitúa ante uno de ellos. Lo descuelga con gran esfuerzo y lo deposita sobre el mostrador, a tres pasos de una pizpireta dependienta, que curiosea el extraño color del tipo y atiende un mensaje en su ordenador. Cuando la muchacha levanta la mirada, no hay nadie.
Las líneas de la mancha, reunidas de nuevo, se han dejado caer sobre la página 87, convirtiéndose en un nombre ciertamente breve, que ahora se desliza sobre la parca descripción de una calle de New York. Es noche cerrada y hace frío. El nombre recorre capítulos, toma varios taxis y los días y las conversaciones que ya vivió, se suceden con vértigo. Ha de llegar cuanto antes a la página 271. Dos páginas antes, siente un puñetazo en la cara que lo conmociona. Es el segundo del día y sabe que ha de responder con una certera puñalada en el corazón del otro. Ya voltea la página 270, cuando detona un disparo a lo lejos. Lleno de coraje, recorre a saltos los escasos 14 párrafos que conoce de antemano y se detiene.

Frente a él, yace en el suelo la bailarina. Se arrodilla abatido y la acaricia, mientras ve formarse sobre su pecho una fluida rosa de sangre por donde se le escapa la vida.

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Imagen: Obra del fotógrafo José Carlos Nievas (Córdoba / Murcia)