"La interpretación de las normas" de Eduard Martí

30.10.2020

El hombre del traje estaba petrificado por el miedo. Ese extraño ser de piel verde lo miraba con sus tres ojos tristes y desesperados. Tras el monstruo, cuatro personas le observaban sonrientes, esperando también su respuesta.

- Pero... ¿por qué yo? -acertó a decir el hombre, tartamudeando.

- Todos vosotros tenéis algo que os hace especiales para mí. ¿Acaso los terrícolas sois incapaces de un mínimo acto altruista por otra especie? Por favor...-Una lágrima brotó de cada uno de los tres ojos.

- A nosotros también nos ha escogido -le dijo con entusiasmo un adolescente con mucho maquillaje y disfrazado con un traje lila. La chica rubia a su lado asintió, al igual que la anciana en chándal y el chico ataviado con un delantal-. Tío, nadie se puede negar a un alucinante primer contacto.

- Bien. Lo haré. Nunca me había imaginado salvando a una civilización extraterrestre -asintió finalmente.

- Oh, gracias, gracias -suspiró aliviada la criatura-. Sólo tenéis que venir conmigo para que mi hermano os vea. Os teletransportaré a todos a un lugar seguro. Confiad en mí.

Un resplandor cegador les envolvió a todos. Cuando pudieron abrir los ojos, se encontraron en lo que parecía un parking vacío. Los cinco humanos, de forma inconsciente, se agruparon tras la criatura. Ante ellos había un ser exactamente igual al que les había pedido ayuda. Lo que más sorprendía es que este segundo tenía a cinco personas maniatadas tras de él, todos con sacos en las cabezas. Entre los dos seres había una pequeña mesa con un cronómetro en marcha. Se habían materializado a falta de tres segundos para el final de la cuenta atrás.

- Pensé que ya te habías rendido -le espetó malhumorado el segundo ser-. Tú y tu manía de pedir permiso. Lo que has hecho tú en casi diez minutos lo he hecho yo en dos.

-Es bueno hablar con ellos, hermano. Se llama socializar y lo hace todo más emocionante -respondió el primero-. Pero basta de rodeos. ¿Quieres que te muestre a los míos?

El segundo extraterrestre asintió interesado.

-Lamentarás haber ido tan rápido. Aquí tienes a mis paladines. -Empezó a señalarlos uno a uno mientras los describía

- La chica disfrazada de blanco representa a Daenerys, reina de los ándalos; el chico del mandil es del Burger King; aquí te presento a Gerardo Rey García, abogado; y esta anciana fue reina de la belleza de Salou en 1963. Para terminar, te presento a mi estrella: de la misma reunión de fans chalados que Daenerys, ¡aquí tenemos al mismísimo Jocker de Batman!
Los cinco humanos quedaron congelados. No entendían nada de lo que sucedía. El segundo ser se limitó a dar lentas y sarcásticas palmadas.

- Creo que esto va a ser duro para ti, hermano. Si crees que has vencido, espera a ver esto.

Con un rápido movimiento les quitó la capucha a las cinco figuras que temblaban a sus espaldas. El primer alienígena susurró algún insulto en un idioma desconocido.

Ante él, cinco pelirrojos de diferentes edades, atados y amordazados, se debatían mirándoles presos del pánico.

- Son cinco generaciones de la misma familia: bisabuela, abuelo, padre, hija y nieto -dijo señalando al más pequeño de todos, de no más de tres años-. Una comida familiar. Tuve suerte. Frente a tu repoker de reyes y reinas gana mi escalera de color. Has perdido, hermanito.

El alienígena pataleó y gritó al verse vencido ante el estupor de los humanos.

-T e toca devolverlos al mazo.

Con un suspiro, desenfundó una extraña arma y desintegró a los diez humanos, llenando el lugar de humo y olor a quemado.

- Ya me he aburrido de este juego. Es estúpido -se enfurruñó el perdedor dando una patada al montón de cenizas en el suelo.

- He encontrado otro. Parece apasionante -respondió el segundo, aún sonriente por la euforia-. Lo llaman Damas. Veinte para cada uno.

- Conseguir veinte damas. No parece muy divertido.

- No, no -añadió el segundo mientras leía las instrucciones de un viejo y arrugado folleto-. Tienen que saltar de forma constante. Y lo mejor de todo: las ganadoras deben comerse a las perdedoras.

El primero ensanchó su sonrisa, entusiasmado. ¡Los terrícolas tienen los mejores juegos de la galaxia!