"La corrala" de Nuria Rodríguez Fernández

Óscar, el cachas del segundo, observa cómo su vecina de enfrente tiende la ropa. Lleva puesto un vestido desaliñado de estar por casa y cada vez que se agacha para coger una prenda del barreño, sus perfectos pechos asoman sutilmente, lo que hace que le aumenten peligrosamente las pulsaciones.
Sara, ajena a todo, no puede dejar de pensar en su marido mientras tiende la ropa. Últimamente, le nota raro y ausente. Siente que ya no la desea y está casi segura de que tiene una aventura. Con ojos tristes, observa cómo su vecina del bajo intenta leer un libro sin éxito, sus hijos no la dejan, son pequeños y reclaman su constante atención para que juegue con ellos entre risas y alboroto. Esa imagen hace que unos dientes invisibles se claven en sus entrañas y siente una añoranza y dolor insoportable por el hijo que no llega.
En el primero, Eva, intenta leer un libro, tarea imposible desde que tuvo a sus gemelos. A veces le falta el aire y cree que la maternidad le viene grande. Le gustaría contárselo a su marido, pero no se atreve. Desde que tuvieron a los niños él a penas la toca y la recrimina que está agobiado con tanto trabajo, sin embargo, ella cree que es por sus kilos de más, las estrías y los estragos que un embarazo múltiple han ocasionado en su antes, atractivo cuerpo. En alguna ocasión, para desahogarse, toma café con su vecina del ático, es psiquiatra y sabe escuchar. Se siente muy cómoda con ella y la admira muchísimo, ya que posee una combinación perfecta entre belleza, inteligencia e independencia.
Julia vive en el ático, la casa más lujosa del edificio. Es psiquiatra y allí tiene montada su consulta. A pesar de todos sus logros, se siente terriblemente sola. Eva, su vecina del primero, es su única amiga. Cada vez quedan con más frecuencia, toman café y charlan sobre sus cosas. Para Julia esos momentos son un tesoro, se le pasan las horas volando y se siente realmente feliz. Es consciente de que se ha enamorado locamente y no puede evitar sentir unos celos desgarradores cada vez que entre risas y confidencias, Eva le comenta que, para aliviar su soledad y la indiferencia de su marido, está planteándose seriamente tener una aventura con Óscar, el vecino cachas del segundo.