"La caza del hombre" de Eduardo Huayanay Tacunan

08.08.2021

Fue su padre quien le enseñó, ese otoño de 1911, a llevar la mirilla del rifle hasta el blanco y fue también él quien le explicó cómo el arma solo debía hacer contacto con las manos, la mejilla y el hombro.

- ¿Quieres ser mejor que yo? ¿Quieres ser un gran cazador, Ernie? -le preguntó luego y escupió al piso-. Pues recuerda esto: un cervatillo tiene todo el derecho de llegar a ser un adulto y dejar descendencia. Nunca dispares contra uno de ellos. Solo los adultos tienen la pena de muerte escrita en la cabeza-. Se acuclilló y llevó su mano hasta su propia frente-. Aquí, en medio de los ojos. ¿Entendido?

Este dudó un rato en si debía responderle a su padre. En el fondo odiaba ese nombre: Ernesto, puesto que, en la clase de Literatura, una semana antes, lo habían obligado a leer la obra de teatro de un escritor homosexual: "La Importancia de llamarse Ernesto"; además de que el diminutivo Ernie le sonaba a nombre de niña. Su padre odiaba a las niñas.

- ¡Contesta, carajo! -gritó su padre y lo sacudió de los hombros con suma violencia -¿¡Comprendiste o no !?

- ¡Sí, señor! -respondió asustado, ya que pensó que recibiría otra vez una dura bofetada. Entendió que su padre estaba borracho. Los últimos meses siempre estaba ebrio cuando salían a cazar. «Algún día matarás a alguien», había dicho su madre.

- Cuando caces tu primera bestia te ganarás el rifle que cargas ahora, hijo. -Se repuso y empezó a caminar de regreso a casa-. Hasta entonces seguirás siendo un niño.

Y no fue hasta el siguiente otoño, después de más de medio día sin probar bocado, en una caza a rececho, que mató a su primer ciervo. Se había convertido ya en hombre. El disparo dejó un angustiante olor a pólvora en toda esa parte del bosque, pero eso no le impidió a él acercarse y ver el enorme animal muerto.
La bestia tenía los ojos tristes.

- Muy bien, hijo -le dijo su padre, palmeando sus hombros-; todo cazador experimentado sabe que un solo tiro es necesario para librar el alma del cuerpo. El rifle es ahora todo tuyo.

Ernie apenas sonrió, como si en el fondo supiera que esos ojos tristes y sin vida lo perseguirían en sueños durante décadas.

En 1928, cuando Ernie acababa de convertirse en padre, un telegrama lo llenó de congoja: Clarence, su padre, el ebrio cazador, se había quitado la vida, guarecido en su cabaña, usando su rifle favorito.

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Imagen: Autor, CIRO MARRA