“La bella Genoveva” de Miguel Barboteo Piñero

05.03.2021

Green del 16 en el "Real Club de Campo de Golf" de Torremolinos (Málaga), año de 1969.

Es medio día una mañana de primavera. Un obstáculo en el suelo impide patear. Es un cuerpo yacente, con su put en las manos y los ojos bien abiertos; un cuerpo sin vida y tendido a lo largo del green.

Avisado por los servicios del campo llega en ambulancia un equipo médico. Sólo pueden certificar el fallecimiento del jugador de golf. Poco tiempo después se persona la Policía Armada y el juez de Guardia para levantar el acta judicial.

Alrededor se van arremolinando trabajadores del Campo, jugadores de partidas posteriores y curiosos que se preguntaban qué ocurría. En ese tumulto se encontraba una bella mujer, treintañera, de curvas "generosas" que no paraba de llorar, lo que llamó la atención del Juez, quien le encargó al secretario del Juzgado que se interesara por ella.

Minutos después el funcionario le comentaba al Juez que esa mujer había pasado las últimas 24 de vida junto al fallecido. El juez le indicó a los agente de Policía que la apartaran del grupo para poder interrogarla. Una vez que el médico forense certificó el fallecimiento del hombre, el juez dio la orden de que el cadáver fuera retirado del green 16, con gran regocijo de los jugadores, ya que habían sufrido una interrupción de varias horas.

El juez caminó hasta el banco del jardín donde aquella espléndida mujer pareía inconsolable. Se acomodó a su lado y, mientras colocaba la chaqueta doblada sobre sus piernas, le preguntó el por qué de ese llanto por el fallecido; qué les unía y qué había ocurrido entre ellos en esas 24 horas que permanecieron juntos. Ella respondió que esas casi 24 horas comenzaron el día anterior, en el bar del Club. Estaba tomando un aperitivo, pues estaba hospedada en el Parador, como cualquier otra cliente y dijo ser ejecutiva de una multinacional En el bar se le acercó ese hombre fallecido y le preguntó con toda delicadeza si no le importaba compartir con él esa copa. Conoce bien al ser humano, toda su carrera profesional la dedicó a analizar las relaciones humanas. No le importó aceptar la invitación de aquel apuesto y maduro ingles. Del aperitivo pasaron a la comida, los postres y varias copas durante la sobremesa.

A pesar de la diferencia de edad. ella le siguió el juego, el evidente coqueteo un poco decadente de aquel gentleman inglés, y quedaron en verse luego para cenar en un "chiringuito" de la bonita localidad de Torremolinos, a cinco minutos del Parador.

Tras los famosos "pescaitos" malagueños que les costó encontrar porque buscaban un espacio un poco tranquilo, decidieron ir en taxi a la sala de fiestas "Cleopatra", en la avenida de Montemar, donde se anunciada la actuación de un interesante elenco de bellas mujeres.

Sobre el escenario, por separado y juntas, música y bailes insinuantes subían el ánimo de los asistentes. Las cuatro mujeres vestían sobre sus cuerpos esculturales únicamente unas pequeñas "braguitas" y transparencias sobre sus senos. Terminado el show, regresaron juntos al Parador, donde ella le invitó a pasar a su habitación para tomar la "penúltima" copa. No llegó a haber copa, dijo ella al juez con tono pícaro. Lo que si hubo fue una noche divertida y de alta pasión sexual dentro de los límites que la edad le permitía a su acompañante.

A primeras horas del día, él tenía comprometida una partida de golf con algunos compatriotas y ella se ofreció a acompañarlo durante el recorrido por el campo de gol. Así lo hicieron, hasta que llegaron al fatídico green del 16. Allí el gentleman cayó fulminado con la mirada fija en ella y una mano tendida que nunca llegó rozarla.

Le faltaba el resultado de la autopsia, pero el juez ya tenia claro que el fallecimiento del inglés había estuvo provocado por un sobreesfuerzo físico del jugador de golf. Le comentó a la bella Genoveva su opinión y se despidieron, sin que ella pudiese reprimir un suspiro de lástima y un adiós para el gentleman: "Con lo bien que se lo había pasado".