"La banca siempre gana" de José Miguel Abajo Soler

20.06.2022

Apenas distinguía la carretera. Estornudó y se aferró al volante, enderezando el rumbo. Estaba seguro de que tenía fiebre. Debería haberse quedado en la cama, pero no podía permitírselo. Tenía que llegar el primero al trabajo. Si cualquier otro abriera la caja o preparara el cajero automático, sería el fin. Su fin. Y faltaba tan poco para que un golpe de suerte le permitiera poner todo en orden...

Estaba seguro de que «Tintín,,», ese caballo de 3 años de capa castaña que debutaba en el hipódromo, daría la sorpresa y haría de él, Pedro Bonti, un hombre rico. Como era precavido, contaba con otra baza. Holger Rune, un joven tenista danés, ocupaba el puesto 91 en el ranking de la ATP, pero Pedro estaba seguro de que ganaría el ATP Challenger de Sanremo. Si ambos le fallaban, aún quedaba el Villarreal, que ganaría la Champions League y, de paso, resolvería los problemas de Bonti.

Se veía forzado a apostar por las cuotas más altas. Acertar con el ganador más probable no le permitiría devolver lo que ya había perdido.

Bajó del coche y fue a paso ligero hacia la sucursal de Credinor donde trabajaba. Faltaban más de quince minutos para las ocho de la mañana, llegaba a tiempo. Pero al enfilar la calle se le paró el corazón. Un hombre y una mujer, resguardados bajo sendos paraguas, aguardaban ante la oficina bancaria. El auditor Román Morisco y su mano derecha, Raquel Mercadal, habían madrugado mucho. Su obligación era llegar a la sucursal antes de la apertura para supervisar el arqueo de caja en vivo y en directo. Y allí estaban.

Bonti no llevaba mucho tiempo trabajando en Credinor y no conocía a los auditores, pero al ver a ese hombre y esa mujer con sus maletines no le cupo duda de quiénes eran y a qué venían. El pulso se le aceleró. Si no se le ocurría algo rápidamente, estaba perdido. Lo primero era disimular y aparentar confianza, así que se dirigió hacia ellos con la mano extendida.

- Buenos días, me parece que me estáis esperando. Soy Pedro Bonti, el cajero de esta agencia. Y...se le escapó un estornudo.

Román Morisco, que era muy aprensivo, dio un respingo para evitar que los virus llegaran hasta él. Cuando se repuso, contestó:

- Soy Román Morisco, director de auditoría interna de Credinor, y mi compañera es Raquel Mercadal. Venimos a realizar la auditoría interna bienal, así que, por favor, abre la puerta y pongámonos manos a la obra.

El tono seco y profesional de Morisco acrecentó el nerviosismo de Bonti, pero intentó continuar con su papel de empleado simpático y cumplidor.

- Por supuesto, permitidme que abra la puerta y desconecte la alarma.

Su desasosiego afloró al meter la llave en la cerradura y necesitó varios intentos para abrir la puerta. Luego se dirigió al panel de la alarma. Los auditores estaban en el puesto de caja, esperando el momento de realizar el arqueo. Pedro se dirigió hacia allí sin saber muy bien qué podría hacer para enmascarar su hurto.

- Estaría bien que encendieras la luz- dijo Román. interrumpiendo sus reflexiones.

- Ah, sí, perdona.

Entonces se le ocurrió que la única salida era despistarlos jugando con el efectivo en caja y el del cajero automático. Tenía que llamar su atención hacia el cajero, del que previamente habría sustraido una cantidad, para luego reponerla en el dispensador de caja antes del arqueo. Era su única apuesta, un doble o nada.

Tras activar la iluminación se dirigió al cajero automático y lo abrió. Tapándolo con su cuerpo, deslizó en el bolsillo interior de su chamarra un fajo de billetes

- Venid, aquí, parece que algo no va bien, dijo a los auditores.

Morisco y Mercadal se levantaron al unísono. Pedro solo tenía una oportunidad para despistarlos y poder introducir en la caja el fajo escondido en su bolsillo.

- Mirad, mirad, repitió, incitándoles a acercarse.

Pero, en ese momento, Morisco dijo: acércate tú, Raquel, a ver qué sucede. Yo me quedo junto al dispensador de caja.

Pedro Bonti se derrumbó. Había vuelto a perder, era la historia de su vida. Un jugador habitual como él debería saber que la banca siempre gana.

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Imagen: Obra de la pintora Edurne Gorrotxategi (Getxo, Bizkaia)