"Jazmín" de Omar R. La Rosa

08.08.2021

Ese día fue exactamente igual a todos los últimos 10 días, casi, casi desde el comienzo de la primavera.

La noche anterior no había dormido muy bien, las consecuencias de su relación con ella hacían estragos en su cuerpo y poco o nada mitigaba el dolor el recuerdo de su dulce y penetrante perfume.
Como se había hecho costumbre en la última semana, tomo una pastilla, en la espera del alivio que el medicamento le proporcionaría, y trato de dormir, con poco éxito.

Él sabía que, si esto no se solucionaba pronto, tendría que tomar una decisión drástica, tenía que sobreponerse, ser más fuerte; unos instantes de voluptuoso placer sensual, sus caricias, su belleza, su embriagante perfume, lo estaban matando, pero... es tan linda. Y él, que se consideraba un hombre duro, debía admitir que ella lo podía.

A la mañana, mal dormido, desayunó unos mates y se fue a trabajar. Todo el día estuvo ocupado en diversas tareas, por lo que para nada se acordó de ella y un cierto alivio lo reconfortó. Cuando notaba que podía estar todo el día sin ella, crecía su determinación de cortarla, no la necesitaba, el mundo no se acababa cuando ella no estaba, y su cuerpo retomaba la fuerza y vitalidad que tan bien lo hacían sentir....sí, si, si, sin lugar a dudas, tenía que cortarla.

Con esa idea en la cabeza emprendió el regreso a casa. Mientras manejaba, iba repasando los pasos que daría, cómo se le acercaría, y cómo la cortaría, sin decirle nada, sin intercambiar palabra, solo la cortaría y arrojaría los restos a la basura. Si; se tenía que terminar así, por su propia decisión, no cabía esperar a que todo sucediera naturalmente, su cuerpo no soportaría la lenta agonía de esperar que todo se diluyera con el tiempo, porque, de eso también estaba seguro, más tarde o más temprano todo acabaría, ella cambiaria, su belleza ya no sería igual y su embriagador perfume, inevitablemente, se desvanecería y desparecía. Pero estaba seguro de que no lo aguantaría, debía tomar la decisión y hacerlo.

Porque ¿para qué prolongar esto? ¿Cuánto más podía durar? Seguramente que no mucho...y entonces, ¿Por qué no aguantar? ¿Por qué privarse así de su belleza, del placer de verla cada mañana al irse y cada tarde al regresar? Odiaba la duda, el sentirse así, inseguro, por una cosa tan tonta. Eso lo enojaba más. No, no; tenía que cortarla y debía hacerlo ya.

Llegó a la casa con la decisión firmemente tomada. Sin bajarse del auto, abrió el portón automático, se estacionó en el jardín y....al abrir la puerta para bajarse... La realidad le golpeó con la fuerza de un huracán. Solo abrir la puerta fue suficiente para que su perfume lo invadiera todo, para que su cerebro, embriagado por el aroma, le ordenara quedarse quieto, disfrutando las imágenes de la belleza y el placer que ella le brindaba.

Entonces una lagrima comenzó a correrle por la mejilla, no pudo evitar notar su debilidad en este acto; luego se le hizo como un nudo en la garganta y le nació el incontenible deseo y estornudar...no una sino dos, tres, cuatro veces.

No, no había duda, era fuertemente alérgico a las flores; o podaba la planta o se moría.

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Imagen: Autor, CIRO MARRA