"Hipnótica" de Ivette V. Ruiz Lacoste

08.08.2021

Las puertas y ventanas se cierran a las ocho de la noche. Es su hora preferida para emerger entre las sombras y escudriñar a su próximo inmolado. Se desplaza sigilosa en medio de la niebla, causando temor entre la gente del pueblo. Las mujeres inseguras y los hombres salaces tratan de disimular sus verdaderos sentimientos, pero en secreto profesan su admiración hacia aquella que tiene la virtud y destreza de provocar el desvanecimiento de los sentidos.

Según las versiones recogidas entre los que han escapado de su hechizo, un silencioso y ondulante movimiento los hipnotiza, al punto de sumergirse en un profundo sueño. La comparan con una burbuja cristalina que deambula discretamente buscando víctimas específicas: hombres damnificados de amor y débiles de carácter.

En lo que no coinciden es en la intención de sus acciones, que en cierto modo los deja confundidos: por un lado ella los enfrenta con sus miedos reprimidos en el subconsciente y los lleva hasta el límite de la locura, o por el contrario, es tan benévola que materializa cualquier fantasía evadida en la realidad haciendo placentera la aventura.

- La llamamos «Hipnótica» por las características que han descrito algunos supervivientes. Se dice que fue una mujer de cualidades físicas envidiables: de piel lozana, ojos y cabellos atezados, cuyo roce de sus delicadas manos era un acto subliminal que gestaba torbellinos pasionales-, comenta el viejo huraño del poblado.

-También se supone... que el único hombre a quien ella dejó entrar en su vida naufragó en aguas tormentosas. Su cobardía lo mantuvo como rehén sin opción a recompensa, y se convirtió así en un perpetuo prisionero. Sus sentimientos descendieron por un túnel sin fin, el hedor que emana la podredumbre del egoísmo invadió su corazón. Él se alejó, de una manera despiadada, dejándola sin fuerzas para encarar una soledad tan cruel como innecesaria.

La angustia y vulnerabilidad tambalearon sobre la cuerda que tensa la cordura, poco a poco el dolor consumía lo que quedaba de esa mujer, fue entonces que la vehemencia hacia ese amor la cegó por completo. Se la vio por última vez una noche, cuando caminaba sosegada en compañía de una deslumbrante luna llena, que la condujo hasta albergarse en las profundidades del bosque, donde se cobijan las almas olvidadas que, en un acto de devoción, se transforman en seres equivalentes a sus afectos- recuerda.

- Después de unos años quise comprobar lo que se especulaba y me interné en esos oscuros senderos escoltados por frondosos árboles. De repente, una inesperada brisa agitó las ramas, mientras una delicada voz musitaba mi nombre. Supe que era ella. Efectivamente, se había transformado en una figura que emulaba a una burbuja ondeante, en actitud de quimérica cazadora con un refinado sentido auditivo que le permitía detectar cualquier palpitación. Lo que ocurrió lo he ocultado por cobarde, pero cada día que pasa me arrepiento de haberla abandonado. ¡Ahora soy su cómplice ante tan atroz venganza!-, confesaba consternado el viejo huraño de la aldea al tener que reconocer el primer cadáver.

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Imagen: Autor, CIRO MARRA