"Hablando con Dios" de Benjamín López Sandoval

05.11.2020

Víctor, un hombre sobre la acera de cemento blanco, que habían pintado hacía un día.

De repente, un pensamiento lo invadió totalmente: "¿Qué estará haciendo papá?".

Su padre había sido el mejor hombre de negocios que el Estado de California haya visto jamás. Pero ahora ya no era más que un anciano débil, que iba y venía en silla de ruedas por el patio de un gran asilo. Cada vez que Víctor lo visitaba contaba historias disparatadas y absurdas sobre el Apolo 11, o la Segunda Guerra Mundial, o sobre la caída de la Casa Blanca. Hasta una vez contó cómo se había fabricado el helado de chocolate... Pero Víctor ya no recordaba cuándo fue la última vez que lo visitó. Pero ya que estaba caminando sólo ¿por qué no dar una vuelta por esos lares?.

Caminó cuatro cuadras, giró a la izquierda, cruzó la calle para lograr tener en frente un enorme edificio con grandes ventanales. De pronto sintió un fuerte dolor de estómago, la brisa de primavera acariciaba su cabello y sus mejillas, provocándole un súbito cosquilleo. Entró lentamente al asilo, con pasos cortos y un profundo miedo...

Al llegar al patio del lugar, se sentó en una silla acompañada de una gran mesa delante, mientras veía a una mujer vestida de enfermera que traía a su padre en la silla en la que llevaba sentado casi diez años.

- Aquí lo tiene, solo puede charlar con él unos quince minutos, ni más ni menos, -advirtió la enfermera levantando su dedo índice-. Sí, ya lo sé -dijo Víctor con una leve sonrisa.

La enfermera se retiró y dejó a Víctor y a su padre solos. Víctor no sabía cómo iniciar una conversación así que empezó con lo básico:

- Y papá... ¿cómo has estado? -preguntó nervioso.

- ¿Yo? pfff... yo excelente, tengo tantas cosas que contarte -respondió animado el padre.

- ¿Ah sí? ¿Como qué? -volvió a preguntar Víctor.

- Cómo que vi a Dios parado entre las nubes, con ángeles a su alrededor, yo también lo era... él me invitaba a que lo fuera. O algo así, fue tan hermoso...

Víctor rió, pero por dentro quedó atónito, creyó que sólo era otra de las disparatadas de su padre.

- Sí, papá, de seguro fue un hermoso sueño -dijo Víctor sin encontrar más palabras.

- Oh no, no... no fue un sueño, fue real. Yo lo vi. Lo veo todos los días, a cada segundo, todo el tiempo. De hecho ya tengo que ir a verlo -dijo el padre desesperado.

- Papá ¿de qué estás hablando? ¿Estás bien? -dijo preocupado Víctor.

- Ahora sí, pero antes no. Antes estaba muy enfermo, con muchos dolores, pero desde que vi a Dios, todo fue luz y tranquilidad -dijo el padre sonriendo.

- Papá, creó qué deberías descansar, tú no estás bien.

- ¿No te dijeron nada? ¿Aún no lo sabes?

-¿Saber qué?

El padre comenzó a reír y Víctor comenzó a tener dolor de cabeza. Y era tan fuerte que se desmayó. Aún escuchaba la risa de su padre a lo lejos.

Cuando despertó ya no estaba en ese hermoso asilo, estaba en un cementerio, y, frente a él, una tumba, una tumba que tenia el nombre de su padre y, según la fecha, decía que había muerto hace un mes, y entonces lo recordó, recordó que hace un mes atrás él había dejado de visitarlo.

Imagen: "El poeta Max Herrmann Neisse", de George Grosz. 1927, óleo sobre lienzo. MOMA, Nueva York